(7) Esencia de vainilla

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Yuri llegó a su hogar una hora después de lo ocurrido. Se dio un baño rápido para despojar sus prendas aún mojadas por la lluvia antes de resfriarse. Su cabeza no había dejado de pensar, a cada segundo marcado en el reloj, su cerebro recreaba la escena vivida y miles de preguntas tormentosas le dañaban su sistema límbico. Se halló así misma suspirando, otra vez, sentada sobre uno de los sillones en la pequeña sala de estar.

Se estaba volviendo loca. 

Inconscientemente llevó sus dedos hacia sus labios ligeramente hinchados, sintiendo como un temblor le recorrió la punta de su espina dorsal al recordar a la pelirrosa uniendo sus labios. No le molestaba aquello, lo que le perturbaba era que, después de besarse hasta que casi se quedaran sin oxígeno y con la lluvia siendo principal y único testigo, se diera a la fuga. No, no fue Yena quien había huído esta vez, sino la mismísima Jo Yuri.

Dobló sus dedos hasta el interior de sus palmas, formando un puño, y luego volvió a extenderlos solo para autopalmearse en la frente. Golpeó varias veces su cabeza recriminándose en voz alta, diciéndose así misma que era una estúpida por haber corrido lejos de la mayor, porque fue ella quien había decidido volver a besarle, fue la pelirrubia quien profundizó el pequeño beso que le había sido robado, fue ella la que se negó a separarse incluso si sus pulmones le exigían un poco de aire, fue ella la que se espantó cuando Yena mencionó su nombre y salió corriendo, dejando a la mayor sola en medio de esa inmensa calle. Se dejó caer por completo en el sofá, quejándose por ser tan idiota.

Sin embargo, cuando pensaba en la suavidad de los labios de la pelirrosa, la delicadeza con la que había rodeado su cintura, la lentitud y tranquilidad que sintió cuando sus labios bailaban sincronizados; su corazón se apretaba en su pecho y una tonta sonrisa, acompañada de un débil sonrojo, se instalaba en su rostro. Estaba perdida.

Tan perdida que no sabía exactamente la hora que era, siendo sorprendida por su tío cuando el mismo ingresó a su residencia, quitando sus zapatos mojados y colgando la sombrilla para evitar mojar el piso. Lo vio sentarse frente a ella, dejando caer todo su cuerpo sobre el sofá, cansado, pero sin borrar aquella sonrisa tan característica de todos los Hwang. Le otorgó una mirada amable antes de incorporarse correspondientemente y hablarle, a veces su tío solo parecía un joven chiquillo atrapado en el cuerpo de un adulto.

— Ha sido un sábado de locos. — Exclamó el hombre, la menor asintió, completamente de acuerdo. — Casi renuncia nuestro mejor representante, menos mal que pudimos convencerlo. Además tuvimos problemas técnicos gracias a la lluvia, pero se solucionó, también cerré el viaje de negocios y parto mañana, lamento si tuviste que esperar mucho para cenar. — Le informó velozmente, con un poco de culpa.

Solo en ese instante, Yuri se dio cuenta de que ya eran más de las diez de la noche, suspiró cansina, negó disculpándose ella por no haber preparado la cena. Su tío rió.

— Descuida, pidamos pizza, no tengo ganas de cocinar. — Levantó sus hombros, la pelirrubia estuvo de acuerdo. — ¿Qué pasa contigo hoy? Estás más callada de lo habitual. — Sonrió . Yuri suspiró.

— Fui al Río Han hoy, sin Minju. — Le comentó. El hombre la observó alzando una ceja. — Me encontré con... — Se quedó pensando algunos segundos, al fin y al cabo no sabía que relación tenía con la pelirrosa. — ... Una conocida.  Nos agarró la lluvia, pero nos resguardamos. — Mintió en la última parte.

— Dime que ha pasado, Yuri-ah. Tu rostro muestra demasiada preocupación. — Instó, mirando fijamente a su sobrina. La misma solo soltó un pequeño quejido, sabía que nunca podría engañar al hombre, después de todo era como su padre.

Dejó que el silencio se apoderara del lugar por algunos minutos. Su tío no la apresuró, el hombre suponía que era algo delicado, así que esperó el tiempo necesario. Yuri, por su parte, se sentía extrañamente confundida. No podía poner en palabras lo que sentía justo en ese momento, no podía describirlo porque no lo sabía. Nunca antes le había pasado sentirse así por besar a alguien. Y con ese último pensamiento, la imagen y la escena de su beso con la pelirrosa volvieron a su mente, nuevamente se sonrojaba, nuevamente esperaba que su corazón dejara de latir tan rápido. Nuevamente esas absurdas cosquillas. Suspiró.

Solo Fue Un Beso - YENYULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora