Capítulo XI

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Vete Adler, no puedes estar aquí. — pidió la menor, al borde de un ataque de nervios.

El joven se mantuvo plantado como un árbol en toda la entrada el apartamento de Adina, y el vago plan que consistía en intentar acercarse a la jovencita como diera lugar — sin importar las consecuencias. — comenzaba a hacerse realidad, ya que después de aquella  repentina ausencia, no volvió a saber más de ella y luego de ese beso, no había visto de nuevo su rostro, y luego de un interrogatorio discreto, logró sacarle a su hermano menor información sobre la chica, enterándose de que su afluencia en la escuela disminuyó drásticamente luego de la muerte de su madre y aunque su mente le decía que debía guardar distancia, en su corazón el deseo de observar aquel rostro y de escuchar su voz una vez más atento contra su juicio desde ese día. Pero, no había tenido el valor para presentarse en su vivienda hasta el día de hoy.

—Quería verte. — admitió el mayor, con un poco de vergüenza.

—¿Por qué? — preguntó la muchacha con la mano puesta en la puerta.

En el fondo, Adina deseaba escuchar que Adler no había podido olvidar su inocente beso y aunque fuese algo estúpido, la esperanza de que él recordará lo que había ocurrido ese día, generaba mariposas en su estómago.

—No puedo olvidar ese beso.

Música para sus odios, Adina estaba a punto de dar pequeños saltos de felicidad, hasta que su hermano apareció tras de ella, toda la alegría que sentía, se transformó en cuestión de segundos en miedo.

—¿Qué está sucediendo aquí Adina? — preguntó Frederick. — ¿Qué hace éste tipo aquí?

—Él...

La voz de la jovencita se quebró, no sabía que mentira piadosa podía sacarla en el problema en el que estaba.

—Vine en nombre de mi madre. — pronunció Adler. — ella quería saber como se encontraba Adina.

Frederick tomó a su hermana y la hizo a un lado, ahora Adler estaba al frente con Frederick y Adina detrás de su hermano, observando la escena con temor.

—¿Quieres que te crea? — pregunto con un toque de ironía, el hermano de Adina. — Eres el  que estaba a punto de besar a mi hermana, aquella noche. — recordó. — ¿Qué es lo que quieres?

Adler se encontró sin palabras y Adina decidió interceder.

—Fue un mal entendido Frederick, Adler aquella vez sólo quería limpiar mi mejilla. — mintió.

El mayor comenzó a reír a carcajadas dejando perplejos a ambos jóvenes.

—Vete a tu cuarto, si no quieres tener problemas Adina. — demandó su hermano.

La muchacha estaba a punto de poner objeción pero Frederick le lanzó una mirada severa, que hizo comprender a la muchacha que lo mejor era hacerle caso, sin despedirse de Adler desapareció rápidamente, dejando a ambos hombres solos.

—No se que demonios es lo que quieres o pretendes. — empezó a hablar el mayor. — Pero, deja a mi hermana en paz.

Adler rasco su nuca con nerviosismo, aparentemente, ambos jóvenes tenían la misma edad o en dado caso eran contemporáneos y eso causaba un choque de pensamientos ¿Quien se creía él para decirle a quien podía acercarse o no? pero, por otro lado, Adina era su hermana y entendía la responsabilidad que descansaba en los hombros de Frederick.

—Bueno, eso es algo que no puedo prometer. — respondió Adler, siendo sincero con el hermano de la chica.

Frederick se sorprendio por el descaro del otro joven, lo que logró enfurecerlo más de lo que ya estaba.

—Adina puede ser perfectamente tu hermana. — especuló Fred. — Dime ¿Te gustaría tener una hermana menor y que un tipo de mi edad esté rondando por ahí? Porque ni siquiera se tu nombre, pero se que buscas a Adina solo por una cosa.

Ahora era Adler quien se habia enfurecido.

—Dime ¿Que es exactamente lo que según tú, busco de tu hermana?

—Quieres aprovecharte de ella. — respondió el mayor. Adler comenzó a reír, lo que desubico a Frederick.

—Si quiero sexo, puedo hacerlo con cualquier mujer ¿no crees?

El tono de ironía, fue lo que colmo la paciencia de Frederick, que sin pensarlo tomó a Adler de la camisa y con un solo y rápido movimiento, lo hizo retroceder.

—Solo te diré una cosa, aléjate de mi hermana. — demandó. — Y no me importa que seas un Alemán, porque juro que si no te alejas de ella, te las verás conmigo.

—¿Es una amenaza? — pregunto Adler, acomodando su camisa arrugada.

—Es un hecho. — respondió Frederick tomando la puerta del apartamento con sus manos. — Ahora, vete de mi casa.

Frederick no espero a que el joven dijera nada más y cerró la puerta en su cara. Estaba muy enojado y toda la noche se habia arruinado por culpa de ese hombre, no entendía porque se habia empeñado con su hermana, pero sabía que ese hombre no podía traerle nada bueno a ella. Adina estaba muy joven aún para considerar tener un novio y mucho menos podía ser alguien tan mayor para ella, en la mente de Frederick, ni siquiera existía la oportunidad de que algo así pudiera ocurrir, Adina debía estudiar, debía convertirse en una gran mujer, no podía ser como las otras mujeres, Frederick aspiraba para ella mucho más que un buen esposo y un lindo hogar con hijos a quienes cuidar. Fred, quería ver a su hermana extender sus alas, volar libremente por las corrientes de la vida y es que desde la muerte de su padre, él se habia convencido que Adina tenía que ser mucho más que eso verla triunfar era lo que más quería y por lo que se levantaba cada día a trabajar. Y no iba a dejar que ningún aprovechador, jugará con ella.

Adler, algo desconsolado iba saliendo del edificio, cuando una voz lo hizo detener, era Adina. Habia susurrado su nombre, el joven la miró desde el suelo, alzando su cabeza y ella se encontraba de puntillas sobre la ventana, para poder observarlo mejor.

Dejó caer una nota, la cual Adler tomó en el aire, consistía en un papel doblado que cuando la abrió, contemplo la linda caligrafía de la jovencita.

"No esperaba verte aquí, pero me gustó ¿nos vemos en el parque a las 5:00 pm?"

Adler sonrió y asintió con su cabeza, dándole la confirmación a la muchacha, sobre la cita. Ella se apoyo sobre su ventana y se despidió de Adler, quien continuó caminando con una gran sonrisa en su rostro, cual chico enamorado y en un par de oportunidades, se dio la vuelta para mirar una vez más a Adina.

La chica suspiro, sentía millones de emociones en ese momento, fue el señor bigotes quien ronroneo por sus piernas, que hizo sacarla de aquel trance en el que estaba, se agachó para tomarlo en sus brazos y acariciar su cuerpo.

—Ésto es tan Romeo y Julieta señor bigotes. — suspiro nuevamente, con las mejillas enrojecidas.

Sin saber que aquellas vagas palabras más que eso, se convertirían en una terrible realidad que arrasaría con toda su vida.

Editado - 26 feb 2022

La Sombra De Mis Recuerdos / EN EDICIÓN Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang