𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶//𝒟𝓇𝒶𝒸𝑜 ℳ𝒶𝓁𝒻𝑜𝓎

𝒮𝒾𝑒𝓉𝑒

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Omnisciente

Al día siguiente, era sábado. Harry, Dakota, Hermione y Ron bajaron al vestíbulo para ver a las personas que dejarían su nombre

—¿Ya ha dejado alguien su nombre? —le preguntó Ron algo nervioso a una de tercero.

—De momento no he visto a ninguno de Hogwarts.

De pronto escucharon unas risas. Todos se voltearon, y vieron a Fred, George y Lee Jordan que bajaban corriendo la escalera. Los tres parecían muy nerviosos.

—Ya está —les dijo Fred a Harry, Ron, Dakota y Hermione en tono triunfal—. Acabamos de tomárnosla.

—¿El qué? —preguntó Ron.

—La poción envejecedora, cerebro de mosquito —respondió Fred.

—Una gota cada uno —explicó George, frotándose las manos con júbilo—. Sólo necesitamos ser unos meses más viejos.

—Si uno de nosotros gana, repartiremos el premio entre los tres —añadió Lee, con una amplia sonrisa

—No les va a funcionar —canturrearon Hermione y Dakota, que estaban sentadas mientras leían

—¿Ah, no? —les dijo Fred

—¿Porque no? —les dijo George

—Eso que está ahí, es la línea de la edad. Y Dumbledore la dibujó —les dijo Hermione

—¿Y que? —dijo Fred

—¿Y que? —dijo Dakota mientras cerraba su libro—. A un genio como Dumbledore, no lo pueden superar unos patéticos tontos con esa poción

—Por eso funcionará —dijo Fred

—Es patéticamente efectiva —dijo George

—¿Listos? —les dijo Fred a los otros dos, temblando de emoción—. Entonces, vamos. Yo voy primero...

Fred se sacó del bolsillo un pedazo de pergamino con las palabras: «Fred Weasley, Hogwarts.» Fred avanzó hasta el borde de la línea y se quedó allí, balanceándose sobre las puntas de los pies como un saltador de trampolín que se dispusiera a tirarse desde veinte metros de altura. Luego, observado por todos los que estaban en el vestíbulo, tomó aire y dio un paso para cruzar la línea.

George profirió un grito de triunfo y avanzó tras Fred. Pero al momento siguiente se oyó un chisporroteo, y ambos hermanos se vieron expulsados del círculo dorado como si los hubiera echado un invisible lanzador de peso. Cayeron al suelo de fría piedra a tres metros de distancia, haciéndose bastante daño, y para colmo sonó un «¡plin!» y a los dos les salió de repente la misma barba larga y blanca.