PRÓLOGO

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Me dolía tanto verla de esa forma y aunque lo deseara no podía, ni sabía cómo calmar lo que sentía. Me arrodillé frente a ella y la rodeé con mis brazos. Quería que se sintiera a salvo conmigo, que olvidara por un instante todo su odio hacia mí y me necesitara. Pero más que nada, deseaba que olvidara lo que había ocurrido esta noche, que dejara de sufrir por ese idiota y que tuviera muy claro que nunca más dejaría que le hicieran daño.

-Te prometo que las cosas no se quedarán así –le dije dulcemente y la tomé del mentón. Moría de ganas de besarla, pero sabía que no era el momento. -Trataba de animarte. Lo siento si fui un insensible, pero no digas que pienso que eres como las otras chicas, porque no lo eres Holly. Dormiré en la otra habitación si eso te hace sentir mejor. Al final, esa es la razón por la que te traje aquí.

Ella cerró sus hermosos ojos y continuó llorando contra mi pecho por un par de minutos más. No podía hacer otra cosa más que acariciar su cabello y sujetarla con fuerza como si de un momento a otro fuese a escaparse de mí. Cuando finalmente se calmó, limpié sus lágrimas y me atreví a besar su frente aunque sus labios era lo que en realidad buscaba. La tomé en brazos como solía hacerlo antes y la llevé hasta la cama. Esto era maravilloso, pero al mismo tiempo me dejaba un sabor muy amargo porque sabía que tenerla así no duraría mucho.

La cubrí con una manta y con pesar caminé hacia la puerta sintiendo un vacío en mi pecho. Una parte de mí se quedaba en esa cama y lo único que quería era compartirla nuevamente con ella.

-Descansa Holly –le dije suavemente.

-Sebastian –dijo e inmediatamente me volteé. Ella estaba sentada en la cama mirándome como una cría asustada –Quédate. No quiero estar sola.

No pude evitar sonreír y regresar a su lado sin pensarlo. Sabía que no debía abusar de mi suerte, así que me quedé justo en el borde de la cama, pero no me quejaba, esto era lo más cerca que había estado en mucho tiempo de la felicidad.

- ¿Así está bien? –Bromeé -Si me alejo más me caeré de la cama.

-Así está bien –respondió.

Sus ojos se estaban entrecerrando poco a poco, llorar la había dejado agotada. Exhaló con fuerza y alargó su brazo colocándolo sobre el mío.

- ¿Holly?

Sabía que no debía, pero quería intentarlo. Quería escuchar su respuesta.

-Dime –respondió ella acercando su mano a la mía. Sus dedos rozaron mi palma hasta que se entrelazaron con los míos.

-Olvídalo... ya se la respuesta.

Una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora