CAPÍTULO 3

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Llevaba despierta unos cuantos minutos observando la entretenida carrera de gotas de rocío en la ventana. El día estaba particularmente nublado y el ruido de afuera era casi imperceptible. No recordaba la última vez que había despertado con tanta tranquilidad desde que Scarlett se mudó conmigo. A decir verdad, no recordaba la última vez que había despertado con tanta tranquilidad en toda mi vida. O quizás sí... un vago recuerdo tal vez, pero solo eso, un simple recuerdo.

Volví a cerrar los ojos e intenté relajarme con el dulce silencio y el delicioso aroma a café y madera recién pulida que inundaba la habitación. El despertador no sonaría sino hasta dentro de una hora. Tenía tiempo... pero también tenía muchas cosas en la cabeza. No era capaz de dejar mi mente en blanco. Era del tipo de personas que sobre piensan cada cosa y al final del día termina siendo muy agotador. Vivir conmigo misma me resultaba demasiado agotador.

Me di la vuelta nuevamente boca arriba y me perdí observando el techo esta vez. No había ni una tan sola mancha, las molduras en las esquinas estaban perfectamente delineadas. El cuarto de Milo era muy ordenado y fino. Tenía pocas cosas sobre su escritorio, los zapatos alineados frente al armario, siempre muy limpios y ordenados por color. Las paredes no tenían ninguna clase de adorno o el típico afiche de una chica demasiado voluptuosa y con poca ropa encima de un coche deportivo; tan solo un pequeño marco dorado colgado en la pared, y en él, una foto familiar de las últimas fiestas que pasaron juntos como "familia".

Los padres de Wade y Milo habían tenido un divorcio muy complicado cuando ellos estaban aún en la escuela, lo cual fue muy duro para ambos hermanos. La pelea constante de sus padres por obtener el amor de ellos era lo que más les afectaba, aunque los llenaban de regalos, todo lo que querían era un poco de paz, conversaciones sin insultos ni amenazas de demandas. Los Shepard tenían mucho dinero y aunque Wade y Milo no lo aparentaban y detestaban la ostentosidad, su padre insistía en que todo lo que les daba era porque los amaba, y nada tenía que ver con el hecho de ganar su cariño en base al dinero para continuar la absurda competencia que mantenía con la Sra. Shepard. Por lo que este apartamento era una de sus muestras de "cariño" más grandes y costosas.

El fino reloj plateado sobre el buró marcaba cuarto a las siete. Estiré mis manos hasta que las yemas de mis dedos tocaron la fría pared, luego estiré las piernas y me abracé nuevamente a las sábanas. Eran de algodón muy suave y olían a lavanda, pero a pesar de eso no lograba descansar, no paraba de pensar. No había estado aquí desde hace mucho. Me obligué por mucho a no revivir memorias. Esta cama, las sábanas, el olor... faltaba algo... <<Ahora no... por favor no Holly>> pensé. Me estampé una almohada en la cara y repasé en mi cabeza lo que tenía que hacer. Resoplé y me cubrí completamente con la sábana una vez más. Quería quedarme ahí todo el día, o tan solo un momento más.

A los pocos minutos alguien tocó a la puerta y asumí que debía ser Milo para buscar algo de ropa. Respiré profundamente aceptando que debía por fin levantarme. Me senté en el borde de la cama y observé como desaparecían las últimas gotas de rocío en la ventana, el ruido de un autobús se filtró por la ventana y fue entonces Wade quien apareció en el marco de la puerta. De antemano sabía que Wade no era una persona madrugadora, pero estaba completamente segura que mi visita tan abrupta por la noche y sobre todo mi falta absoluta del habla no lo había dejado dormir. Necesitaba información.

Llevaba una pinta medio hippie con su larga melena de cabellos dorados suelta. No se veía muy animado como de costumbre, pero en realidad ninguno lucía así por las mañanas. Caminó directo a la cama y se lanzó a mi lado dejando caer su cabeza sobre mis piernas. Tomó mi mano y usó mis dedos como un peine hasta que los dejó caer nuevamente sobre mi regazo.

-Ya sabes qué hacer –dijo con la voz rasposa.

Adoraba que le desenredara el cabello con mis dedos. Era de las principales razones por las cuales se lo había dejado crecer, además por el hecho de que detestaba que lo confundieran con Milo. No comprendía como era eso posible. Podían ser gemelos completamente idénticos en apariencia, pero eran como el agua y aceite en personalidad, aunque claro, no cualquiera se daría cuenta de ello sino hasta que los conocieran como yo lo hacía. Wade era el extrovertido rompecorazones y amante de la fotografía, mientras que Milo era mucho más reservado, cerebrito amante de los comics y videojuegos, y aunque lo negara tenía pruebas contundentes de que era igual de rompecorazones que Wade. Por lo cual algunas personas no entendían nuestra amistad, en especial las chicas que estaban interesadas en ellos. No podían creer que entre nosotros nunca hubiese pasado nada. Incluso pensaban que teníamos una especie de pacto al estilo "amigos con derecho", lo cual rayaba en lo descabellado, ya que cuando estábamos juntos nos comportábamos como hermanos. Ellos siempre estaban para protegerme cuando yo los necesitaba, y yo siempre estaba para apoyarlos cuando rompían con alguna chica por algo estúpido que seguramente ellos hicieron.

Una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora