CAPÍTULO 20

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Luego de vestirnos, nos acostamos sobre mi abrigo con las piernas en alto contra la pared. Llevábamos casi dos horas atrapados, pero ninguno era consciente más del tiempo, únicamente de nuestras risas y carcajadas. Era la primera vez en meses que sentía que mi vida no era una porquería y estaba atrapada en un maldito elevador con una fobia a los espacios cerrados. Dicha fobia en ese preciso momento parecía haber sido controlada por un sentimiento más grande de tranquilidad al estar junto a Sebastian. Aun así, me asustaba imaginar cómo sería todo al salir de ahí. Continuaba dándole vueltas al asunto, pensando en si lo lograríamos o no. De lo que sí estaba segura era que no quería estar en donde él no estuviera, no quería estar en donde no hubiese un nosotros. No bastaba solo con intentarlo, teníamos que lograrlo. Era momento de dejar todo lo malo en el pasado y comenzar de cero otra vez.

- ¿Crees que estén preocupados? –preguntó Sebastian mirando hacia el techo.

-Que va, deben estarla pasando de lo mejor.

-No mejor que nosotros.

Me giré y lo abracé apoyando mi cabeza sobre su pecho. Él acariciaba mi cabello al mismo tiempo que tarareaba una tonada que desconocía.

Después de una larga espera, el letrero luminoso que señalaba el movimiento de un piso a otro marcó el número ocho. Las luces se encendieron y nos sacudimos escuchando nuevamente los engranajes del elevador en funcionamiento. El letrero marcó el diez y las puertas se abrieron dejando correr el aire fresco al interior del elevador. Gateamos y nos tiramos en el piso del pasillo antes de que las puertas se volvieran a cerrar, sin importar el resto de las cosas que quedaban adentro.

Suspiramos con alivio y nos levantamos limpiando los restos de glaseado que teníamos en la suela de los zapatos.

- ¿Escuchas algo? –Me preguntó Sebastian –No hay música.

- ¿Cuánto tiempo estuvimos atrapados?

Busqué sobre una de las paredes alguna marca o rotulo con el número que nos confirmara donde estábamos, y en efecto, estábamos en el piso diez, pero no había señales de una fiesta. No había señales aparentes de que hubiese habido algo.

Llegamos hasta el apartamento notando que la puerta estaba abierta, el reflejo de las luces salían a través de ella, pero nada de música. Al entrar, el lugar estaba desierto. Los muebles habían sido nuevamente acomodados en su lugar, un poco de basura se avistaba en los rincones y las bandejas de los entremeses estaban parcialmente vacías. Milo se encontraba acostado en el sofá y a su lado estaba Melissa con los pies sobre la mesa.

- ¡Aparecieron! –gritó Milo al percatarse de nosotros.

Inmediatamente apareció Scarlett en el umbral de la sala.

- ¡Por Dios pero donde se habían metido! –Exclamó abatida –Estuve a punto de llamar a la policía.

-Nos quedamos atrapados en el elevador –dijo Sebastian.

- ¿Cómo terminaste tú en un elevador? –me preguntó ella con cara de horror.

-Digamos que alguien me obligó a entrar –respondí, señalando a Sebastian.

-Te has ganado mi completa admiración.

- ¿Qué hicieron durante estas dos horas ahí? –preguntó Melissa.

Ambos intercambiamos miradas sin saber quién les daría las buenas nuevas, cuando de pronto a nuestras espaldas escuchamos unas risas que provenían del pasillo. Por la puerta aparecieron Wade y Tom muertos de la risa.

-A que no adivinan lo que encontramos en el elevador –dijo Wade, quien cargaba una de las cajas con los bollos de fresa aplastados.

-Olvida eso... –repuso Tom, apuntándonos a Sebastian y a mí. –Me interesa mucho más "eso".

Una vez másWhere stories live. Discover now