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Cuando las diez niñas pequeñas entran a la tienda, las acompañó hasta la parte de atrás y no vuelvo a ver a mi madre hasta que comienza a sacar las muñecas y me dice de qué color debo pintar los ojos de cada una. Concentro toda mi energía en no salirme de las líneas premarcadas de los ojos de las muñecas, añadiendo verde y amarillo. Alguien ha pedido ojos negros, de modo que aplica una capa oscura de gris. A continuación, hecho un poco de pintura marrón en la bandeja de plástico y tomó el pincel más fino. Concentrándome mucho, añado unas pequeñas motas marrones en el negro.

La campanilla de la puerta delantera suena y doy un respingo, trazando una línea marrón sobre la pupila.

-Mierda -mascullo.

-Llego un poco pronto -dice Reaper cuando levantó la mirada, sorprendido.

El reloj de la caja registradora dice que son las doce y media, y la fiesta tendría que haber terminado hace media hora. No me había dado cuenta de que fuera tan tarde. De haberme percatado, habría ido a la parte de atrás para meterles prisa, tal como tengo que hacer a menudo.

Reaper camina hacia mí y se frota la mejilla con un dedo.

-Tienes algo en la cara. ¿Pintura, quizás?

-Ah, si.

Me frotó la mejilla.

-Todavia tienes.

Se acerca más, y me doy cuenta de qué sigo sujetando el pincel con la pintura marrón y de que la muñeca con las motas marrones en los ojos se encuentra enfrente de mí, en el mostrador.

-¿Puedes vigilar la tienda un momento? -pregunto abruptamente, y después salto del taburete, tomo la muñeca y me dirijo hacia la parte de atrás sin esperar respuesta-. Mamá, te has pasado de tiempo.

-¿Qué? ¿De verdad? -Da una palmada-. Es hora de ir terminando, niñas. -Me lanza una mirada encima del hombro; una combinación de "lo siento" y "ya me conoces". Y tanto que la conozco; Y esa mirada me hace reír-. ¿Has terminado con esa muñeca?

Toma el secador que hay encima del mostrador para secar los ojos, y yo miro la muñeca que tengo en las manos.

-Si. Ah, espera. No. Me han salido mal.

Mi madre examina los ojos de la muñeca.

-Queda bien -dice-. La mancha dorada sobre la pupila parece hecha a propósito, como un brillo. Creo que deberías dejarla.

-Vale. -Le entrego la muñeca-. Mi amigo ya ha llegado. -Sus ojos recorren la habitación al oír el anuncio-. No me marcharé hasta que se vayan las niñas, pero déjame el desastre para cuando regrese. Te ayudaré.

-Está bien -responde, y yo me dirijo hacia la parte delantera. Detrás de mí, mi madre dice-: Vale, vamos a ponerle la ropita a esta muñeca.

Reaper está mirando otra vez una tarjeta profesional cuando vuelvo a salir.

-No hay ningún mensaje oculto -digo, y el deja la tarjeta en su sitio.

-No tienes teléfono móvil.

-¿Te lo ha dicho la tarjeta?

Limpio las pinturas, les pongo los tapones y después envuelvo los pinceles en una servilleta de papel para enjuagarlos en la trastienda. Echo un vistazo por encima del hombro, esperando que mi madre no salga justo ahora. Todavía estoy tratando de averiguar cómo pedirle a Reaper que salga de la tienda sin que la razón sea obvia.

-Nunca llevas uno en la mano, no tienes un bulto rectangular en el bolsillo de los vaqueros y no me has dado el número.

-Tus habilidades de observación están mejorando. En cualquier caso, no creo que el último factor demuestre tu teoría. -Dejo las pinturas en un recipiente de plástico-. Enseguida saldré. ¿Porque no me esperas en el coche? -Reaper no se mueve-. No tardaré demasiado. Enseguida acabo.

La distancia entre tú y yo [afterdeath]Where stories live. Discover now