-Dосэ-

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Aunque despertó solo en la cama no se enfadó con el moreno.

¿La razón?

Le había despertado enviándole un mensaje al móvil.

<<Espero que no te haya molestado que me haya grabado tu número y haya añadido el mío.

Siento no haber podido darte los "buenos días" como de verdad te mereces pero me surgió un imprevisto a primera hora.

El desayuno lo he dejado encargado para que te lo lleven a las nueve.

Sé que es pronto para decirlo pero...

YA lyublyu tebya.>>

No sabía lo que quería decir esa última frase pero la sonrisa de bobo que le apareció al leer el mensaje del azabache no tenía precio.

No.

No le molestó en absoluto que grabara sus números en cada uno de los móviles.

Lo que no se explicaba era cómo demonios había averiguado la contraseña.

Desayunó mejor que un señor para después decidir ir a dar una vuelta por ahí.

Gracias a Sasha, conocía mucho mejor la ciudad así que no le sería difícil regresar al hotel.

Ni se percató de las caras que tanto las recepcionistas o los empleados tenían cuando lo vieron salir del hotel.

Tampoco de dos hombres rubios y que le siguieron de lejos vigilándole.

Dylan se sentía raro yendo el solo por la ciudad.

Los ojos se le iban a las parejas que paseaban cogidas de las manos y soñaba que por sorpresa se le aparecía el moreno.

Dannyel y Niels le seguían procurando no dejarse ver.

-¿Qué le ha dado a Sasha con ese americano?- preguntó Niels observandolo.

-No sé- se encogió de hombros el otro rubio.

En el fondo se sentía ruin y mezquino por haber ayudado a Ivan.

Por eso había aceptado lo de vigilar al joven.

Por ver si así pagaba su tremendo error.

Dylan llegó a la zona de las grandes tiendas tanto de ropa como demás artículos.

Al cruzar ante un supermercado le llegó una voz aguda y hablando en ruso.

Curioso se asomó al supermercado para ver a una mujer rubia con un bebé en un brazo y gritándole a cuatro más que no paraban de organizar jaleo y destrozos.

¡Y los empleados ni inmutarse!

-Raros estos rusos- se dijo.

Fue entonces cuando notó un tironcito del pantalón por lo que agachó la mirada encontrandose a un niño de poco más de cuatro años, rubio cómo los rayos del sol y los ojos azules como el cielo.

-Je, hola- saludó Dylan al pequeño.

Éste ladeó la cabeza y arrugó el ceño

-Kak Vas zovut?- le oyó preguntar en ruso.

-¿Ehmm?-

El niño se giró hacia la mujer.

-Mama, mne nravitsya etot dlya dyadi- dijo el pequeño.

La rubia alzó la vista y vio a su hijo junto a aquel joven castaño y de expresión temerosa.

-Ne bespokoyte lyudey- habló ella.

SASHA Where stories live. Discover now