-Сатлясэ-

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Dos días llevaba Sasha dejándose llevar por el joven.

Dos días que acudieron al mismo local de la primera noche donde el ruso demostró que no solo sabía bailar sino que también sabía divertirse como una persona cualquiera.

Cuando estaba con él, Sasha se olvidaba por completo de quién era.

Reía con él.

Bailaba con él.

Pasaba las con él.

Y lo que menos imaginaban los de su círculo más cercano, mostraba otra cara.

Más sensible.

Más cariñosa.

Más tierna.

La cena en casa de Piter no salió tan mal como al principio creyó Sasha.

No sólo fue buena para ellos sino que entre Niels y Grisha volvió la calma...

Y se reconciliaron.

A los cuatro días, Sasha pidió al castaño que se mudara a su casa, cosa que puso los pelos de punta a Dylan.

El moreno se negaba a que pasara el tiempo que decidiera quedarse en un hotel.

Más que nada porque no se fiaba del cabrón de Ivan.

Se había enterado por hombres de su confianza que había entrado en el grupo de otro capo y no se fiaba de que Dylan andurreara por ahí solo.

Dannyel y Niels siguieron con su tarea encomendada de vigilarlo pero...

Su método cambió.

No le seguían de lejos sino que provocaban un encontronazo accidental con Dylan...

Y los tres acaban paseando o yendo de un sitio a otro juntos.

Poco a poco, Dylan iba ganándose la amistad de todos y cada uno de los hombres de Sasha quienes no paraban de decir que era un chico genial...

Y que a Sasha lo sabía manejar maravillosamente bien.

Casi rozando el final de semana, Dylan aceptó a mudarse con el moreno.

Y empezó a sopesar la idea de buscar trabajo allí, en Rusia.

Había hecho buenos amigos, había conocido a Sasha, vivía en una nube.

Para Sasha no era menos.

La complicidad que tenía con el castaño jamás antes la tuvo con nadie.

Ante sus hombres y sobretodo de Piter, todos los veían ya como un matrimonio.

¡Y sólo llevaban apenas unos días!

Desconociendolo, Ivan había convencido a al nuevo jefe a quien rendía servicio sobre raptar al chico cuando supo el porqué de que Sasha se hubiera enfadado de tal manera.

El moreno tenía un lío con el joven americano.

Pues le haría pagar el que le cortara los dedos.

Primero fue la perra de la mujer de su amigo quemándole el rostro con aguafuerte.

Y luego Sasha le rebana los dedos.

Iba a joderle bien entregándole al americano a Mijhail...

-Malen'kiy tengo que ir un momento a...la empresa- mintió Sasha.

Le había dicho que era jefe de una multinacional y por suerte Dylan se lo había creído.

Si la cosa fluía con soltura y acababa sentando cabeza con él, se lo contaría aún sabiendo que le costaría una buena discusión pero...

Merecería la pena.

-Vale, a lo mejor no estoy cuando llegues- anunció Dylan saliendo de la cocina.

Sasha se detuvo justo cuando llegó a la puerta para volverse a él.

Lo vio en ropa cómoda, enseñando más carnes de lo habitual y comiéndose un yogurt.

-¿Te abrigarás?-

-Ujum- asintió Dylan con la cuchara en la boca.

-¿Y te cambiarás de ropa?- señaló el moreno con cierto deje de celos en la voz.

-¡Éste es el pijama!- rió divertido Dylan.

-Ya lo sabía- repuso Sasha forzando una sonrisa.

-Na, no lo sabías- seguía riendo el castaño.

-Sí, sí lo sabía- decretó el azabache cruzándose de brazos y elevando una ceja.

Dylan se mordió el labio inferior al mismo tiempo que jugaba con la cucharita a metérsela y sacársela de la boca.

-No, no lo sabías y confiesalo- sin borrar la sonrisa de su rostro caminó despacio hacia él.

Con un rápido movimiento, las manos de Sasha lo atraparon por la cadera y se lo golpeó contra sí provocando que Dylan diera un jadeo.

-¿Es que no descansa?- preguntó en un débil susurro al percibir cierta parte de la anatomía del moreno presionandose en su entrepierna.

-Qué quieres si te me paseas casi en cueros por casa- rezumó Sasha.

Y empezó a descender sus manos hacia el trasero del castaño.

Súbitamente se lo encaramó encima haciendo que éste diera una exclamación de sorpresa.

Reconoció la mirada que Sasha le regaló.

Una llena de deseo y hambre.

Mordiéndose el labio inferior además de cercarle con los brazos por el cuello y cerrar sus piernas en torno a su cuerpo, Dylan musitó:

-¿No te tenías que ir?-

La sonrisa del azabache cambió de una sutil a otra traviesa.

-No es urgente- ronroneó.

-Mejor-

Y el joven engulló su boca.

SASHA Where stories live. Discover now