22-Veintidós_Parte dos

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Entro al salón de clases que está llena de maquetas bien bonitas mejores que la mía. El corazón se me encoge por recordar lo que acaba de pasar hace unos minutos. Las lágrimas aparecen y por este momento me siento otra vez como la nerd a quién le hacían muchas cosas malas. Todo pasa como un Tráiler de película cómica y el enfado que tengo crece y me calienta más la sangre.

—Señorita, siga por favor— al aparecer me quedé ahí parada en la entrada. Doy media vuelta encontrando a la maestra.

—Lo siento…— es lo único que digo para seguir a mi mesa que comparto con otra chica. Veo el trabajo que ella trae y las lágrimas salen a mares. Me controlo porque con llorar no sé soluciona nada pero bien que puedo sacar todo el rencor así.

—¿Te sientes bien?— pregunta la chica a mi lado, limpio mis lágrimas con el dorso de mi mano en forma violenta. Odio a Esther y me odio más a mí por ser una ingenua claro que ésto no se quedará así. No.

—Sí, todo bien— aseguro con voz temblorosa.

—Parece lo contrario. Si necesitas algo…— la corté.

—En serio, estoy bien— dije con desdén ella se encoge de hombros y asiente incómoda. No pretendía ser grosera pero no puedo descargar mi enojo  con la primer persona que intenta ayudarme aunque ella solo quiere entablar una amistad. Lo sé.

La maestra de unos treinta años inicia a dar su clase dándonos a saber cosas que no sabíamos y habla y habla pero mi cerebro no presta la atención que se merece. No sé qué  le voy a decir a la profesora, seguramente no me creerá y pensará que no hice nada y solo es un pretexto para que me dé más tiempo en realizarlo. Claro que aunque hago todo lo posible no podré construir otra maqueta idéntica o algo que se le parezca, tengo muchos trabajos que realizar y mañana tengo clases seguidas por lo que mi nota para pasar el semestre está en el mismísimo infierno.

—Chicos antes que se termine el período pasarán a exponer sobre el tema anterior. Tienen cinco minutos para exponer, desarrollar y hacer preguntas— la maestra se pasea por el espacio. Creo que me mira —Comenzaremos con la señorita,  Mariana— el corazón se me alivia un poco.

Aunque no tanto de todas formas pasaré al frente y con cara de perro humillado le diré a todo. No todo, tú sabes de lo que hablo. La chica se levanta y con ayuda de su compañera de mesa lleva la maqueta al medio del salón sobre una mesa de madera. La otra chica se retira para volver a su lugar.

—Buenos días, compañeros y maestra…— inicia a dar su discurso bien preparado y dicho. Habla con tanga fluidez que me sorprende, jamás había oído hablar así a una persona en público.

Explica y explica cómo consiste su trabajo y da alguno que otro "secreto" tres minutos toma para dar a conocer su trabajo ensayando para después hacer preguntas o que le hagan preguntas a ella, responde bien y la profesora la felicita por su buen trabajo tanto en el físico como el oral. La maestra le coloca la nota en su tabla de listado y la chica regresa a su lugar.

—Kayla Thompson—, el mundo se me viene abajo. Cierro los ojos con pesar y no puedo pensar en otra cosa que no sea el arrepentimiento y el odio —Señorita, la estamos esperando. No veo por ningún lado su trabajo— dice monótona.

Todos los ojos se posan en mí persona quisiera ser de esas aves que meten la cabeza en la tierra para ocultarse por desgracia no puedo convertirme en animal y si así fuera ya me hubiera convertido en un jaguar para ir a triturar los huesos de Esther. Camino para acomodarme atrás de la mesa, una lágrima resbala y rápido la limpio con brusquedad.

—Profesora…— me interrumpe.

—Si no lo hizo dígamelo y nos ahorramos tiempo hay más chicos— niego. Giro para quedar frente a ella.

Amistades RotasWhere stories live. Discover now