26-Veintiséis

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Los días han pasado, las clases se han calmado un poco por el simple hecho que estamos más cerca de las vísperas navideñas y según el rector quiere que descansemos un poco de las clases muy cañonas. Eso no significa que no estemos sufriendo con cada una de las clases que llevamos, nada más han bajado la guardia un poco. Los laboratorios siguen y con más frecuencia.

Mi vida se está volviendo un revoltijo; presión, estrés, cansancio y más estrés sobre todo que aunque no lo quiera admitir una parte de mi corazón se torna triste pero la otra parte no quiere ceder a tornarse gris. Ya no he pasado mucho tiempo con él y en parte me entristece mucho, apenas y nos vemos en las pocas clases que compartimos y nada más. Solo hablamos lo normal: "sí, no, cómo quieras, bien".

La otra parte de mi órgano quiere ver a aquélla persona que me invitó a teñir mi piel para siempre. Tampoco lo he visto muchas veces y solo lo veo en literatura. No paro de apreciar la hoja otoñal, que yace unos días lo tengo y no pierde la belleza. Tengo mucho cuidado en no ponerme camisas pequeñas.

Hoy es el último día para salir a las vacaciones navideñas por lo que estamos corriendo de acá para allá entregando trabajos antes que se llegue la hora de salida porque si llega, los maestros ya no la reciben y al regresar te darán una patada en el culo y te regresan con el trabajo en las manos.

Por milagro del cielo mi hermano mayor trabajará del turno de día para las fechas especiales de éste año por lo que pasaremos más tiempo juntos.

—Te ves mal—, elevo la cabeza para ver a la persona que está parada junto a mí con muchos trabajos y carpetas en las manos. Es Becca con un vestido de amarillo muy horrendo.

—Estoy mal. Siéntate ¿Y Zefora?— inquerí tomando mi cabeza entre mis manos. Le tengo que decir que ese vestido es horrendo, como buena amiga que soy debo decirle.

—La verdad no lo sé… últimamente no cruzamos palabras, ya sabes— hace una pausa—¿Te duele la cabeza?— asiento. La miro, hoy no trae sus lentes de pasta que la caracterizan mucho y se ve mejor así.

—Sí, mucho. Becca no te enojes pero ese vestido está de la fregada —musito. Ella sonríe divertida y niega con la cabeza. De su mochila saca un frasco de pastillas y me entra una. Me la tomo con el poco de agua que tengo en una botella.

—Lo sé y por eso me lo puse, resalta mis ojos— se burla  de ella misma. Suelto una risita, esta chica tiene que trabajar en sus bromas y vestimenta.

—Si tú lo dices…— dejo caer la cabeza entre todos los papeles que tengo regados sobre la mesa. Becca realiza unas cosas y lo minutos se pasan.

Al terminar nuestro primer receso del mediodía termina. Le digo a mi amiga qué tal vez ya no la vea en el resto del día y que se comunique con Zefora, conociendo a mi amiga pelinegra muere por estar con su novia.

Voy corriendo a todo lo que me dan las piernas, paso por los pasillos cuando un jalón de cabello me hace retroceder y gimoteé de dolor. Gracias al cielo los papeles no se caen al suelo, con la rabia saliendo por los poros busco a la persona culpable.

—¿A dónde vas tan rápido?— la voz de una femenina resuena. La busco encontrando a una de las amigas de Esther. Mierda, ya lo había olvidado. Las cosas con ella se están calmando por vete tú a saber… no nos hemos topado más después de aquel quebrón de cara que se dió en el café.

—¿Te quitas? Debo ir a clases— bramo sin controlar mi mal humor. Tengo migraña y ella lo aumentó más con su ataque tan jodido.

—No hasta que me escuches— suelto una risotada que la deja desconcertada.

—¿Escuchar qué?—hago un gesto —Tú no sabes nada de lo que pasa entre Esther y yo por lo que es mejor que te mantengas al margen antes que descargue mi enojo en ti— la amenazo.

Amistades RotasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant