Capítulo 8 - Sangre Fresca

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Llegaron al interior de una bodega de ropa. Eleonore revisaba algunas cajas, mientras que Catrina apenas podía mantenerse quieta. Ayudaba que ahí solo oliera a cartón, plástico y polvo, pero, aun así, la sed que sentía la volvía loca.

—¿No se supone que me enseñarías algo?—preguntó intentando controlar sus instintos, su voz temblaba mientras miraba a su "maestra". Estaba al borde. Eleonore olía a mantequilla dulce.

—Yo ya bebí.

—Pero yo no —pensó Catrina, se sentía muy irritable y le costaba concentrarse—. ¿Por qué estamos robando? —preguntó, su voz fue dura.

—Ellos lo robaron primero. Atacan camiones con cargas —contestó Eleonore.

—Sigue siendo robo —murmuró Catrina y se detuvo. No estaba segura de que fuera posible, pero podría jurar que olía el enojo creciente de su compañera. De inmediato ella dejó el bolso, tiró de golpe algunas cajas y se abrió paso hacia Catrina azotando los pies.

—¿Quieres que te enseñe algo? Lección número uno: NO ME MOLESTES y ponte esto —le arrojó de mala gana un vestido negro—. Tenemos un punto ciego al identificar otros vampiros. De ahora en adelante, si no es blanco o negro, no lo usarás.

—Yo pude saber lo que eras.

—Porque llevaba la boca ensangrentada —evidenció ella—. No tienes que ser un genio para ver a través de eso. Y no te hagas tonta, Mina te explicó que eres diferente, puedes beber de nosotros, puedes rastrearnos fácil —hubo cierto resentimiento tras decir eso.

—¿Es sumamente necesario beber sangre?

—Solo si no te quieres morir o perder el control. Además, mientras más bebas, más mortal y común parecerás. Qué desperdicio de un Valentino —murmuró cambiando drásticamente el tema mientras Catrina se hacía nudos en los tirantes del vestido al no llenar la parte de arriba.

—Gracias —contestó Catrina de mala gana.

—Otra cosa, olvida tu moral. Estás muerta y atrapada en este cochino mundo. ¿Quieres hacer caso a lo que la fe dice? No hay lugar para nosotros más que en el infierno. ¿Por qué no entonces pasar un buen rato antes de que algo nos lleve a esa eternidad de castigo inevitable?

—Claro, ¿cómo no había pensado en la condena eterna? Gracias por el recordatorio.

—Mata, bebe, roba, disfrútalo.

—¿Qué dice Mina de eso?

—¡MINA NO TIENE QUE DECIR NADA! No es de su incumbencia, ella no es como nosotros. Nunca podrá entender.

—Lo tomaré en cuenta. ¿Nos vamos ya?

—En un momento —espetó Eleonore cambiando sus ropas con cierta agilidad, tomó unos zapatos y los probó antes de salir de ahí.

𝓒𝐚𝖙𝗿ǐղ𝐚Où les histoires vivent. Découvrez maintenant