Capítulo 9 - La Douleur Exquise

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Después del hospital, a unas cuadras, llegaron a una especie de club nocturno de mala muerte clausurado

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Después del hospital, a unas cuadras, llegaron a una especie de club nocturno de mala muerte clausurado. La entrada era muy pequeña, antigua y roída.
Un letrero apagado marcaba que se encontraban en "La Douleur Exquise"

Solo aquellos con sentidos aumentados podían notar la música que venía del suelo.

Jack abrió la puerta y entró sin meditarlo, Catrina pasó tras él. No sabía en qué lugar se encontraban.
Era muy estrecho, olía a polvo, humedad, tierra y lucía como si en cualquier momento se fuera a caer.

Al bajar por unas escaleras, todo se incrementó; la música, la luz, los aromas.

Resultó más grande de lo que esperaba, el lugar era un pequeño teatro antiguo. El techo, aunque despintado, cuarteado y agrietado, mostraba un enorme mural de ángeles con alas brillantes de colores. El piso eran mosaicos de piedra llenos de mensajes escritos con plumones, al igual que las paredes cubiertas de carteles, anuncios y unos cuantos cuadros de actores en viva representación de obras teatrales trágicas.

Ya dentro, no solo olía a polvo, sino también a alcohol. Desde el vino más fino y fragante hasta el destilado más adulterado. Sangre de todo tipo, tanto seca como fresca. Perfumes variados y esencias con textura. Comida deleitosa, pieles con aroma a muerte e incienso substancioso atrapado en toda superficie. Ropa vieja y nueva con aplicaciones de látex y argollas. Champú, jabón y cosméticos. Drogas, telarañas polvorientas y sudor. Plástico, maderas, moho y el abundante humo de varios cigarros encendidos, que aunque en vida odió, ahora adoró, puesto que era tan fuerte y penetrante que le hacía muy difícil concentrarse en la sangre de los humanos y vampiros presentes.

También observó todo tipo de personas, llevaban ropa de todas las épocas y lugares. Desde prendas de diseñador y antigüedades perfectamente conservadas hasta harapos deshechos. Desde tiaras y brazaletes con joyas de proporciones enormes hasta hilos o tejidos gastados. Oía toda clase de conversaciones, en todos idiomas. Desde pláticas sobre el clima hasta proposiciones bastante indecorosas.

El ambiente era en extremo seductor. La mayoría caminaba o se movía con un porte que bailarinas hubieran envidiado, como si no tocaran el piso. Muy pocos bebían alcohol, la mayoría optaba por beber sangre directa de sus borrachos y humanos contenedores.

Siguió con dificultad intentando no chocar contra los demás, mucha gente tapaba los pasillos mientras miraban embelesados al escenario, en el que una banda descansaba sobre sus amplificadores.

Los músicos eran deliciosos, cada uno a su manera.

El baterista era algo robusto, tenía barba y mucho cabello pardo. En su labio inferior sobresalían dos piezas puntiagudas de metal y sus dos brazos estaban completamente tatuados con símbolos. Todo eso le hacía lucir como alguien con quien convendría no buscar problemas, excepto por el detalle de que, aun con los ojos de un tono rojizo, tenía una mirada tan suave y linda que parecía un osito.

𝓒𝐚𝖙𝗿ǐղ𝐚Where stories live. Discover now