Capítulo 13: Te quiero, princesa

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Narra Daniel

Miré el reloj que había sobre la mesilla de noche y vi que eran la una y cuarto de la madrugada. Volví a removerme en el colchón y volví a cerrar los ojos tratando, una vez más, quedarme dormido. Nada. No había manera de que me durmiera. 

Por mi cabeza no paraba de pasar el recuerdo del beso con Katy. Había sido un momento increíble. Explosivo. Intenso. De golpe lo que llevaba sospechando durante meses se hizo realidad. Estaba completa e incondicionalmente enamorado de Katy. 

La amaba, y me daba igual lo que dijese cualquiera, no renunciaría a ella. Me daba igual si era o no su hermanastro, su familia. Costase lo que costase, lo conseguiría, estaría con ella. Nadie me lo impediría. 

Narra Katy

Me desperté con las primeras notas de la canción A thousand miles. Apagué el despertador de mi móvil y me senté en la cama para comenzar a hacer una lista mental de lo ocurrido la noche anterior. 

        1. Me besé con Daniel

        2. El beso me encantó

      3. Le dije que lo nuestro no era posible y me pasé gran parte de la noche llorando y odiándome por ello

Lo nuestro no era posible, sin embargo, no podía engañarme a mi misma, no podía mentirme y pensar que no estaría encantada de que las cosas fuesen distintas. Me encantaría que no fuésemos familia, que fuésemos solo personas distintas que nada los une. Ojalá pudiésemos ir por la calle tranquilamente y besarnos sin que algún idiota chismorrease sobre que éramos familia y que era asqueroso. Pero no podía ser. Las cosas eran como eran, y no se podía hacer nada para cambiarlas. 

Me levanté e hice la cama. Acto seguido fui al baño y me di una ducha lo más fría que podía soportar. Necesitaba despejarme como fuese posible, y el agua fría me ayudaba con ello. 

Al volver a mi habitación abrí mi armario y saqué unos llegins negros y una camiseta gris, talla XXL, donde se apreciaban en letras grandes las palabras "New York". 

Al salir de la habitación vi que las persianas de la casa estaban bajadas, por lo que supuse que Daniel aún estaría dormido. Levanté las persianas y abrí una ventana para que la casa se airease un poco. 

Me dirigí a su habitación y sintiendo como mi corazón comenzaba a latir más deprisa abrí la puerta y entré. Me había equivocado, Daniel no estaba dormido. 

Estaba sentando en su escritorio, tal y como se había pasado casi todo el día naterior. Me acerqué a el y le quité el libro que tenía en las manos. 

-Si estudias tanto al final te explotará la cabeza. 

-¡Oye! ¡Devuélvemelo! ¡Tengo que estudiar! -se alteró mientras me arrancaba el libro de las manos. 

-Oye, tampoco te pases -dije incrédula por su brusquedad- Todos tenemos que estudiar cuando hay exámenes, pero tu te pasas. Pasar la noche en vela no sirve de nada, si el cerebro no descansa no puedes meter información nueva. 

-Ya he descansado a la noche... -murmuró volviendo a abrir el libro por la página en la que estaba. 

-Matemáticas, química, estadísticas... -miré las portadas del libro que tenía sobre la mesa- Eres tu el que anda estudiando y yo la que se marea mirando esta pila de libros. 

-Si te mareas es porque no habrás desayunado -cogió un marcador amarillo y marcó un par de lineas de sus apuntes. 

-¿Y tu has desayunado?

-Lo haré más tarde, ahora tengo que estudiar. 

-Está bien -rodé los ojos y salí de la habitación. 

Bajé a la cocina y me preparé un desayuno digno de un domingo. Un tazón de cereales con leche, un zumo de pomelo y una rebanada de pan integral con mermelada de albaricoque. Lo puse todo en una bandeja y la llevé al salón. Encendí la televisión y comencé a desayunar mientras veía la repetición de Masterchef del pasado jueves. 

Ya había pasado algo más de una hora y en aquel periodo de tiempo me había dado tiempo para desayunar y fregar los platos, sin embargo, Daniel todavía no había bajado. 

Era imposible discutir con aquel chico. Subí las escaleras y entré en la habitación de Daniel sin llamar antes. 

Se había vuelto a quedar dormido en su escritorio. Tenía la cabeza apoyada sobre un enorme libro con portada azul clara y algunos de sus apuntes se habían caído al suelo. Me acerqué a él y le acaricié el pelo con cuidado. 

-Despierta -le dije sacudiendo su hombros. 

-¿Eh? -entreabrió los ojos. 

-Por favor túmbate y duerme de una vez. Estás agotado. 

-No, estoy bien -bostezó y volvió a apoyar los codos sobre la mesa. 

-Estudiarás más tarde, ahora vas a dormir -hice girar su silla rotatoria hacia su cama. 

-Pero... 

-¡Ahora! -le dije fulminándolo con la mirada. 

-No me mires así... -se mordió el labio. 

-Solo te pido que duermas un rato. 

-Vale... -se encogió de hombros- Pero con una condición. 

-¿Cuál? -arqueé una ceja. 

-Tu te tumbas a mi lado. 

-No -dije tajante. 

-Vengaaaa -insistió. 

-A veces eres bobo... -negué con la cabeza poniendo los ojos en blanco. 

Ambos nos tumbamos en su cama bocarriba. Apoyé mi cabeza en la almohada y Daniel rodeó mi cintura con su brazo atrayéndome a él. Aquella postura no me ayudaba para nada con mi plan de olvidarme por completo de Daniel. 

Puso su cabeza en mi hombro y acarició mi cuello con su nariz. 

-Te quiero, princesa.

-Yo también te quiero, Daniel. 





Enamorada de mi hermanastroWhere stories live. Discover now