La pequeña Hargreeves siempre había creído que viajar al pasado no sería tan complicado como lo mostraban las películas, simplemente era cuestión de ser prudente.
Eight se sorprendió al ver cuan equivocada estaba respecto a eso. Era difícil mantene...
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Diana dio tres ligeros golpes, segundos después nos abrió Anne con Cole detrás de ella. Entramos emocionadas por lo que se aproximaba.
—Vamos a probarnos los vestidos. —dije siguiéndolas al cuarto de Anne.
—Y jamás adivinarán que más nos prestó mamá. Nunca adivinarán. —siguió Diana.
— ¿Puedo adivinar? —preguntó Cole.
—Ninguno de los dos podrá adivinar. Y no les vayas a decir nada, Aphrodite. —me advirtió Diana, a lo que yo hice como si mi boca estuviera sellada.
—Rápido, Diana, me muero por verlo. —insistió Anne mientras sosteníamos la sábana que cubría a Diana mientras se cambiaba.
—Lista. —quitamos la sábana dejando a la vista una hermosa joven, tenía un elegante y largo vestido azulado, con una bombachas a cada lado. Su cabeza estaba coronada por una delicada tiara.
Diana quedó asombrada por cómo se veía. Ya no parecía una niña, ahora parecía una hermosa adolescente.
—Ahora, colócatela tú. —dijo dispuesta a ponérsela, pero la detuvo.
—No, Diana, no. Así no. —se negó Anne con respecto a su cabello. Oh, creo que mis manos vendadas fueron en vano.
—Yo sí me la pruebo. —dijo Cole, tenía puesto un vestido por encima de su ropa. Claro, me tocó ayudarle a colocarse bien el vestido.
Las chicas rieron, Anne corrió para colocarse la gorra de Cole. Hizo una reverencia y Cole también.
—Los dos están locos. —dijo Diana entre risas, le pasó la tiara a Cole y este se la colocó.
La señora Cuthbert apareció y quedó pasmada al ver a Cole, detuvimos las risas, se dio vuelta para después irse sin decir ningún comentario respecto a lo de Cole. Retomamos las risas.
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Dios, creo que me iré de esta época sorda. Esos niños cantan horrible, preferiría tirarme de un quinto piso a seguir escuchándolos cantar.
¡Al fin! ¡Se callaron!
—Pintas precioso, Cole. —halagué viéndolo como terminaba de pintar un pájaro.
— ¡Vamos, niñas! ¡Ver pintura seca no ayudará! —Nos llamó la señorita Rachel —. ¡Reúnanse!
Lo hicimos, pero antes de comenzáramos a ensayar. Escuchamos un gran estruendo y unos quejidos de parte de Cole.
— ¡Cole! —grité preocupada y corriendo hacia donde mi amigo. Tenía su mano doblada y retorcía del dolor.
— ¡Fue un accidente! ¡Se los juro! —dijo Billy.
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— ¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Cole, al vernos entrar al estudio de ensayo.
—Fuimos a tu casa, pero tu mamá dijo que te encontrabas aquí —le respondí —. Podríamos ayudar, si nos dices qué hacer.
—Yo siempre quise ser pintor. —dice Moody caminando hacia el arco, dispuesto a comenzar a pintar.
