34. Patético

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—...y así fue como nos conocimos.

Había terminado de contarle las cosas a Gilbert, bueno él me dijo que en esta vida se llama Gabriel. Habíamos salido de la casa para hablar “hablar más tranquilos”, pero en realidad fue para tener un tiempo a solas con él; a medida que iba hablando sentía que Gabriel me estaba tomando como loca y quería creer que solamente era miedo apoderándose de mí.

—Okey... Estás completamente loca, así que aléjate de mí o haré que te encierren en un manicomio. —dijo antes de irse corriendo.

Y así fue como terminé sola en la calle  medio de la noche pero sobretodo con un corazón roto. Solté un suspiro tratando de aguantarme las ganas de llorar, quedé por unos minutos ahí con la esperanza de que se devolviera y me abrazara diciéndome cuánto me ama pero no fue así, por lo que no me quedó de otra que regresar a casa.

Debía de admitir que Gilbert y Gabriel eran un poco distinto como para ser prácticamente la misma persona, podían portar el mismo físico pero Gabriel era un poco ignorante mientras que Gilbert era comprensivo.

Llegué a casa entre eso de las diez menos cuarto, abrí la puerta con cuidado de que   Allison o Klaus me escucharan pero al parecer ellos cuentan con un excelente oído porque ni muy entré y ellos ya se encontraban frente mío preguntándome qué tal se lo tomó. Intenté responderles pero las palabras no fue lo que salieron entre mis labios sino un sollozo.

No fue necesario explicarles lo que pasó porque al escuchar mi sollozo y ver cómo me derrumbaba frente a ellos fue lo suficiente para que entendieran, ellos no duraron en correr a abrazarme y tratar de tranquilizarme.

Tranquila preciosa. Él es patético. Él no te merecía entonces. Eres mucho para él. 

Eran lo que me decían para intentar que dejara de llorar pero a medida que ellos iban diciéndome esas cosas más lágrimas se me escapaban.

El dolor que sentía en mi pecho eran peor que cualquier otro dolor que hay sentido en el transcurso de mi vida e inexplicable en estos momentos.

❪...❫

—Buenos días. —saludé caminando directamente al refrigerador y sacando un jugo de naranja.

—Buenos días. —me devolvieron el saludo y era una voz masculina, me voltee y vi a Raymond sentado en el comedor junto con Allison.

—¡Raymond! Me alegra que te hayas arreglado con Allison. Ya no soportaba su amargura, aunque siempre fue así. —comenté riéndome, un poco.  Raymond también rió mientras Allison nada más se dedicó a mirarme mal.

—Sí, pero wau, son una familia del futuro y para más con poderes. —comentó sorprendido.

—No te olvides que también disfuncional. —dije dándole otro sorbo a mi jugo de naranja.

—Quiero ver sus poderes. —soltó Raymond viéndonos.

—No es un truco de salón. Tiene consecuencias. —se negó Allison a referencia de su rumor. Aproveché que Allison tenía unas flores en el comedor e hice que se marchite para nuevamente revivirla.

—Supongo que Allison te comentó que tengo control sobre la naturaleza y puedo crear escudos.

—Es genial tus poderes Aphrodite, en serio, pero también quiero ver los de Allison porque La Mujer Maravilla tiene poderes, pero nadie puede verlos. Qué conveniente.

—Aphrodite, arréglate que iremos de compras. —pidió Allison.

—No gracias, me quedaré en cama todo el día, quizás por el resto de mi vida. —dije apunto de subir dispuesta a encerrarme en mi habitación.

A la final Allison y Raymond lograron llevarme de “compras” ni pregunten cómo lo lograron. Entramos a una tienda bastante lujosa pero muy racista como cualquier otra tienda de blancos. Era una tienda muy bonita, bien cuidada y lujosa, era para hombres, blancos.

—Disculpe, mi esposo quisiera probarse este traje. —ordenó Allison observando un traje color negro con corbata morada. El asesor se acercó a nosotros dispuesto a echarnos.

—La gente de color y extranjera no puede probarse la mercadería, pero si desean comprar...—fue interrumpido por el poder de Allison.

—Oí el rumor de que lo dejaba probar la mercadería. —El asesor sonrió amablemente después de caer bajo el poder de Allison.

Raymond quedó sorprendido al ver cómo el señor nos accedió y trató excelente después de que Allison usara su poder en él.

En el transcurso de las horas ya íbamos repletos de bolsas tanto como vestidos, trajes y zapatos y todo gracias al poder de Allison.

—¡Eso fue excelente! —exclamó emocionado Raymond—. ¿Por qué no lo usas siempre? Piensa en lo que lograríamos con el movimiento.

La expresión de Allison cambió al ver al restaurante Stadler's. Rápidamente Raymond y yo intercambiamos miradas al saber qué haría ella.

—¡Allison, espera!

Las personas no dudaron en dirigirnos la mirada al vernos entrar.

—No. No vamos a repetir esta escenita. Esfúmate de mi vista antes de que llame a la policía. —ordenó el mesero.

—Oí el rumor de que cerrabas la maldita boca —. Y así lo hizo, la gente se asustó al ver lo sucedido—. Café, negro —. El señor fue por la cafetera y por una taza, la comenzó a llenar —. Más. Más. Más.

—Allison, basta. —intenté detenerla al ver como el señor se quemaba la mano e intentaba gritar del dolor.

—Lo estás lastimando —dijo Raymond agarrándole la mano a mi hermana lo cual funcionó ya se detuvo —. Ya se entendió.

—Lo lamento. —se disculpó antes de salir de la tienda inmediatamente.

Llegamos a casa finalmente, recogí una carta del suelo mientras que Raymond y Allison conversaban en la sala de estar.

—¿Qué es esta carta? —pregunté llamando la atención de los dos. La abrí y me llevé la sorpresa de que era una invitación por parte de nuestro padre —. A mis acosadores:
Yo, Reginald Hargreeves, los invito a compartir una cena este 20 de noviembre 1963, a las siete en punto.

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𝐅𝐎𝐑 𝐘𝐎𝐔,    anne with an e¹Where stories live. Discover now