22; Bambi

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Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Dᴜᴀ Lɪᴘᴀ ғᴛ Aɴɢᴇ̀ʟᴇ ﹣ Fᴇᴠᴇʀ

Estoy en un autobús con destino a Sacramento. El aire acondicionado del autobús está encendido pero yo sigo teniendo calor, o quizás es que la mujer que se encuentra chillando por teléfono a mi lado es como un horno.

Papá cada día está mejor y Bárbara se ha echado la responsabilidad encima de cuidarlo, por lo que puedo pasar un fin de semana con Leo visitando la ciudad. Sé que ella está mal por el tema de Charlie y Asher, pero no estuvo para mí cuando yo lo necesitaba, por lo tanto, no he hablado con ella del tema.

Mamá no suele llamarme mucho, pero si me pregunta por mensaje cómo va todo, aunque mis respuestas siempre son cortas. Ella nunca ha sabido comportarse y a mí aún me duele. ¿Dónde está esa comprensión de madre que leo en los libros o en la televisión? Menuda estafa.

Referente a Leo, me da auténtico pavor bajar la guardia y que me termine haciendo daño de nuevo. Si tuviera alguna amiga confiable, seguramente me habría dicho mil y una vez que volver a sus brazos es mala idea, pero ahí estoy yo, bajándome del autobús y viendo a mi perdición esperándome con una sonrisa en su rostro.

Es la última oportunidad y él lo sabe. Tiemblo de miedo, o quizás de nerviosismo porque va en serio, va todo muy en serio y estoy confiando de nuevo. Saca un clavel blanco de detrás de su espalda y no puedo evitar que una pequeña sonrisa se forme en mi rostro.

— Gracias —le digo, aceptándola.

— No tienes que darlas, la vi y pensé en ti —coge mi maleta— ¿Qué tal el viaje? —Empieza a caminar y lo sigo.

— Entretenido, el drama de la mujer de al lado con su exmarido me ha tenido entretenida todo el camino.

— ¿No llevabas auriculares?

— Sí, pero si voz traspasaba el sonido, me duele la cabeza —pongo una mano en mi frente y él ríe un poco.

— Tengo una pastilla en el coche y, seguramente, tú llevas una botella de agua en tu bolso.

— Exacto —sonrío enseñando mis dientes hasta que me doy cuenta que me conoce, o al menos conoce lo que llevo en el bolso.

En unas de nuestras citas en San José, estuvimos jugando a las cien preguntas y conocimos mucho más del otro, aunque las manías y demás, se conocen en el día a día, por ejemplo, Leo siempre frunce el ceño a mirar a ambos lados de la calle para cruzar.

— Vamos —pone su mano libre en mi espalda y me guía por el paso de peatones cuando se asegura que ningún coche va a atropellarnos.

— Aún no puedo creer que seas agente de FBI.

— Ya, yo tampoco —me abre la puerta y alzo mis cejas un poco sorprendida para meterme dentro del coche.

Me pongo el cinturón y espero a que él se monte ya que está dejando la maleta en el maletero. Cuando lo tengo a mi lado, lo veo girar la cabeza en todas direcciones y pongo mi mano sobre la suya.

— ¿Va todo bien?

— Sí —me sonríe—, estoy un poco neurótico, ¿no? —Bromea.

— Eso parece. ¿Hay algún asesino acechándote?

— No, no —mueve su cabeza—, es solo que me gusta tenerlo todo controlado.

— Y te refieres a... —Alzo mi ceja izquierda intentando sonsacarle qué le preocupa.

— El mendigo que estaba ahí ya no está —Me echo a reír y él me mira con su ceño levemente fruncido—. No es gracioso, B.

— Lo siento —me pongo seria al segundo y carraspeo— ¿Nos vamos? Creo que necesito una ducha.

[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AMAZON] Where stories live. Discover now