Epílogo; Bambi.

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Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Tᴀʏʟᴏʀ Sᴡɪғᴛ ﹣ Lᴏᴠᴇ Sᴛᴏʀʏ

Hace un calor de mil demonios, pero ahí estoy, en la granja. Ahora todo es muy diferente. Han pasado cuatro años, estoy trabajando en una gran empresa y me he mudado con Leo a California.

El viejo me sonríe y le sonrío de vuelta. Nuestra relación cambió cuando aceptó que voy a ser parte de la familia y que nada va a cambiar eso. O quizás es porque se dio cuenta que estar amargado no sirve de nada.

Estoy ayudando a la tía Betty en la cocina. Está haciendo un pastel, le he preguntado que de quién es el cumpleaños, pero no es de nadie, simplemente le apetece hacerlo. No me quejo y obedezco cada vez que me dice que haga algo, ya que no soy muy buena en la cocina. Puedo manejarme, pero nadie me contrataría en su restaurante para darle de comer a sus clientes.

Yo tampoco iría a comer a un lugar si supiera que yo soy el chef.

— Haremos una cena especial esta noche —me dice Betty— Ve a ducharte, yo termino con esto.

— De acuerdo, ¿hay algo que celebrar?

— Bueno, el cumpleaños de la abuela está cerca y ahora que estáis todos aquí, creo que es el momento perfecto, aunque sea un poco pronto. Así que ponte elegante —me guiña un ojo.

Le sonrío porque tiene razón y voy a la cabaña a por ropa "elegante". Abro la maleta y miro con una mueca lo que tengo ahí. No hay nada elegante. Mi hermana entra en la cabaña y bosteza.

— ¿Qué te vas a poner? —Le pregunto— Betty me ha dicho que quiere que vayamos elegantes.

— Eso me ha dicho también, es más, creo que quieren cenar aquí fuera. He visto a Leo con unos farolillos —se encoge de hombros—. ¿Y el vestido blanco que te compraste? —Me pregunta.

— ¿El de volantes?

— Sí.

— No pensaba estrenarlo hoy.

Me voy con Leo de vacaciones a Corpus Christi directamente después pasar unos días en la granja, llevo ropa sin estrenar y el vestido blanco aquí no es una buena idea, más que nada porque no quiero que se ensucie.

— Yo voy a ir de blanco, ve también de blanco, podríamos ir iguales —me sonríe—. Hace tiempo que no nos vestimos iguales.

— Desde que éramos niñas, odiaba vestirme igual que tú.

— ¡Qué desagradable! —Exagera y me tira la almohada— Ve como quieras —ella saca un vestido beige.

— ¡Lo tuyo es beige! —Abro mis brazos.

— Así no iremos las dos iguales —me saca la lengua.

Saco el vestido de blanco de la maleta y lo dejo encima de la cama para después ir a la ducha. En mi camino al baño, Leo sale de la habitación con unos pantalones vaqueros sucios y una camiseta blanca igual de sucia.

— ¿Qué has estado haciendo?

— Trabajo forzoso —pone su mano en mi cintura y me acerca a él para dejar un beso en mis labios.

— ¿Ya has terminado?

— Casi, ¿vas a ducharte?

— Sí, ¿Te ha dicho Betty que te tienes que poner guapo para esta noche?

— Eso me ha dicho —hace una mueca—. Podríamos ducharnos juntos —susurra.

— No, Leo West, nada de perversiones aquí —susurro en su mismo tono de voz.

Se queja, pero acaba soltándome y le tiro un beso antes de meterme en el baño. Me lavo el pelo, lo peino y dejo que se seque al aire para después ir a la cabaña y vestirme. Aunque no sé si es demasiado pronto. Al ver la cara de felicidad de la abuela en la silla de ruedas y bien vestida, sonrío también

[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AMAZON] Where stories live. Discover now