27; Bambi

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Cʟᴀʀᴀ Mᴀᴇ ﹣ Us


El sol da sobre mi cabeza y miro hacia la carretera poniendo mi mano en mi frente. Hace un calor insoportable y presiento que voy a derretirme de un momento a otro.

Nuestras maletas están todas puestas a un lado de la carretera y veo el reflejo de agua en la carretera debido al calor. Tengo la botella de agua en mi pequeña mochila en mi espalda y no tardo en sacarla para beber un poco.

— ¿No tarda mucho? —Pregunta Bárbara refiriéndose al autobús.

— No tardará —responde Leo encendiéndose un cigarrillo mientras está apoyado en su maleta.

— Eso has dicho hace cinco minutos —digo.

Él me mira, con una ceja alzada y tengo que darme la vuelta para sonreír. Estamos en el final, o por lo menos me siento en el final de esta aventura, no sé lo que va a pasar con Leo y conmigo, pero confío en él.

Sé que le importo, puedo verlo por la forma en la que me mira, o por cómo me trata, como si fuera una delicada rosa que va a perder sus pétalos y quisiera conservarlos.

No soy una rosa, no soy delicada. Soy fuerte, independiente y sé cuidar de mi misma, pero admito que es genial que alguien te cuide y se preocupe por ti como él lo hace.

Nunca me he enamorado y esto es tan nuevo para mí que es imposible no estar en las nubes. Los primeros días intenté mantenerme con los pies en la tierra, pero he fracasado.

Sí, creo que lo que siento por Leo es amor, me gusta, lo quiero, o eso creo. ¿Cómo sabes si quieres a una persona? ¿Si la amas?

Grito al sentir agua por mi espalda y me giro para ver a Diego correr. Me quito la sandalia y se la tiro. Leo tiene que agacharse porque su hermano es astuto y se ha querido proteger con su cuerpo.

— Cuidado, hombre —dice el chico de ojos azules.

— Pensé que tenías calor, Bambi —Diego tiene sonrisilla en su rostro y sonrío también porque no me ha molestado, creo que me ha venido bien.

Le saco la lengua mientras su hermano se agacha a coger mi sandalia. Espero con mi pie puesto en mi otro pie a que Leo me la de. Alargo mi mano para cogerla, pero él, con el cigarrillo en la boca, se agacha.

Mi corazón bombea con fuerza y Bárbara nos observa atentamente. Sus dedos se ponen delicadamente en mi pantorrilla y llevo el pie a la sandalia. Él se asegura que está bien puesta y se levanta, quitando el cigarrillo de su boca.

— Así es cómo se trata a una mujer, Diego —dice tras expulsar el humo—. No me extraña que no encuentres a nadie —se burla.

— No encuentro a nadie porque sabes que soy especial, al igual que tú, no quiero a nadie que no me merezca al lado —alza una de sus cejas y mi hermana lo mira.

— ¿Y ese ego?

— Es el ego West —responde Leo—, te acostumbrarás.

— ¿Nadie nunca os ha confundido? —Pregunta Bárbara.

Leo se mantiene a mi lado mientras Diego responde: — Tenemos los ojos de distinto color, pero en la cama si nos han confundido —se ríe—. ¿Te acuerdas de Jessy? Gritaba el nombre del otro al revés. Cuando yo estaba detrás y tú delante—.

Recibe la botella de agua. Un lanzamiento bueno, no como el mío, que no consiguió darle. Leo le ha tirado su botella de agua para que cierre el pico mientras yo estoy aún sorprendida.

— ¿Compartís chicas? —Pregunta Bárbara con una sonrisa.

No quiero que siga preguntando porque no quiero saber eso, no quiero imaginármelos, aunque supongo que ese no es el problema.

[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AMAZON] Where stories live. Discover now