Capítulo 7

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Capítulo 7

Estoy teniendo un Déja vu, pensé mientras Quinn se acercaba a la caja registradora para saludar a Rachel y sonreírle a Sugar que era el nombre de la mesera que siempre nos atendía los viernes. Era una suerte que tanto Quinn como yo tuviéramos libre este día, últimamente sentía que no la veía lo suficiente, ella iba a la escuela en las mañanas y trabajaba por las tardes, yo iba a trabajar por las mañanas y a la escuela por las tardes. Antes pasábamos el tiempo juntas en los cambios de hora, a veces yo me saltaba la primera clase y ella la última e íbamos al centro comercial, comprábamos un montón de dulces y nos recostábamos en el césped de la escuela a charlar. Ahora solamente puedo verla en los entrenamientos y en lugar de hacer algo divertido, Quinn insistía en venir aquí para ver a Rachel, no me gustaba, no me gustaba en lo absoluto, me sentía relegada a segundo plano.

La chica puso frente a mí una taza de chocolate caliente y me concentré en el dulzor reconfortante de la bebida para no sentir la amargura de mi alma al ver a mi mejor amiga con la castaña, en determinado momento Rachel pareció darse cuenta de que la miraba porque me sonrió con timidez, yo intente devolverle el gesto pero no funciono. Quinn me miró con una sonrisa y luego vino a sentarse de nuevo frente a mí.

—Rachel piensa que no te cae bien.

Resople.

—Qué tontería.

—No lo sé, de hecho pareces bastante enfurruñada, ¿Qué sucede?

Me arrebujé en el sillón.

—Nada.

Quinn me examinó con sus astutos ojos verdes y luego se encogió de hombros.

—De acuerdo, oye ¿conoces a una tal Mercedes Jones? —preguntó cambiando de tema.

—Sí, trabaja conmigo preparando los alimentos ¿Por qué?

—Parece que toca en una banda y va a dar un concierto el próximo viernes.

— ¿Cómo lo sabes?

—Rachel acaba de invitarme a ir —dijo feliz.

—Ah.

— ¿Vamos?

—Que dices, no voy a estar en medio de tu cita.

—No es una cita —dijo y se le subieron los colores.

Alguien lléveme lejos de aquí por favor.

—Vi a Mercedes ayer y no me invitó a ir, tal vez no quiere que vaya.

—Si te invita mañana ¿vendrás con nosotras?

Le di un sorbo a mi chocolate y respondí:

—Supongo que sí.

—Genial.

Una vez que terminamos de comer, Quinn y yo salimos de la cafetería rumbo a nuestras casas.

— ¿Debería pasar a saludar a tu mamá? —preguntó Quinn.

—Seguro, se pondrá contenta de verte. Ahora que tiene que quedarse en casa por el yeso se aburre con facilidad.

—Entonces vamos.

Al final mi mamá logró convencer a Quinn para que se quedara a dormir en mi casa. Así que por la noche vimos Glee y comimos palomitas de maíz. Pasar un poco de tiempo con mi mejor amiga, el chocolate caliente de la tarde y ver a Naya Rivera en su uniforme de porrista me hicieron sentir un poco mejor.

BreadstixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora