Capítulo 33

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Capítulo 33

Observé la pantalla de mi celular pensativa. La foto en Instagram mostraba a Santana sonriendo a la cámara, sonreí también. Deslicé la publicación con el pulgar hacia la derecha y encontré otra foto, una selfie, donde estábamos ambas abrazadas, me avergoncé cuando la vi, se notaba de inmediato lo enamorada que estaba de ella. Cambié la imagen una vez más, ahí estábamos en la sala de estar del departamento de Tanaka, mis padres estaban a mi izquierda, Tanaka y Emma cargando al pequeño Ricky detrás de nosotros y a la derecha de Santana estaba Will. Presione la imagen dos veces para darle me gusta.

Esa había sido la mejor navidad que había tenido. Me acomode mejor en el sillón de la sala y seguí deslizando mi dedo por la pantalla, dando me gusta aquí y allí, mientras esperaba. Intentaba hacer tiempo hasta que llegara la hora de reunirme con Santana en su casa, no iba mentir, me encontraba terriblemente nerviosa por lo que seguramente pasaría estando las dos a solas, pero también estaba lista para lo que viniera.

Mi mamá salió de la cocina en el momento en que yo inspeccionaba una foto donde salía Mercedes, posando junto a Rachel, mientras compartían un helado.

—Brittany —llamó mi madre con voz suave, sentándose junto a mí en el sillón.

—¿Qué sucede, ma? —pregunté, apartando el teléfono y poniéndole toda mi atención.

—Han pasado dos días desde navidad y no había tenido oportunidad de hablar contigo —dudó un segundo y añadió—: es sobre Santana.

Levanté las cejas sorprendida y esperé a que continuara, solo esperaba que no me diera la charla sobre los pájaros y las abejas versión homosexual. Porque la hetero ya me la había dado mi papá cuando comencé a salir con Ryder.

—Ella te gusta mucho, ¿no es así? —preguntó.

—Muchísimo —confirmé.

—Entonces debes prepararte para las dificultades que seguramente vendrán.

—¿Quieres decir porque ambas somos mujeres?

—No cariño, es otra cosa...

—¿Por los padres de Santana? —interrumpí antes de que continuara— porque mencionó que no lo sabían, estoy bien con eso mamá, acordamos mantenerlo en secreto de ellos.

Ella parecía sorprendida y aliviada a partes iguales.

—Entonces sabes —dijo asintiendo con la cabeza.

—Claro —sonreí— en realidad me lo dijo a gritos y golpeándome el brazo, pero luego llegamos a un acuerdo.

—Está bien, Brittany, espero que no tengas una mala impresión de nosotros, hicimos lo mejor que pudimos en esa situación —dijo mi mamá levantándose.

La miré confundida.

—¿De qué estás hab...? —comencé a preguntar, pero entonces me llegó un mensaje de que mi Uber había llegado—. Ya me tengo que ir.

—Diviértete y ten cuidado —se despidió ella.

Salí de mi casa rumbo a la de Santana con miles de preguntas rondándome en la cabeza.

Mi novia me saludó desde el otro lado de la verja de su casa, me estaba esperando con una sonrisa en la cara. Bajé del automóvil y corrí a su encuentro, en cuanto llegué a ella compartimos un estrecho abrazo y un casto beso. Subimos por un camino de cemento que cruzaba un hermoso y amplio jardín delantero hasta llegar al patio trasero. Solté un silbido por lo bajo al ver la piscina techada que se encontraba ahí, era realmente grande, además contaba con una pequeña cabaña que hacía de vestidor y salón de juegos.

—¿Enserio quieres que te enseñe a nadar? —pregunté mirando a Santana.

—Por supuesto, luego de verte en la competencia me di cuenta que no tenía esa habilidad y siento que la necesito —replicó sonriente.

—Vamos allá entonces —dije.

Caminamos hasta la cabaña y nos cambiamos la ropa por un traje de baño, sin poder evitar echarle un vistazo disimulado a Santana mientras se cambiaba. Afuera el sol estaba por todo lo alto, aun así, se sentía el frío de invierno. Me metí en la alberca de un clavado salpicando en el proceso a Santana.

—Creída —soltó cuando mi cabeza flotó a la superficie.

—Ven aquí —pedí con una sonrisa y un movimiento de cabeza.

El agua de la alberca estaba caliente, casi parecía un jacuzzi. Santana descendió con cuidado por las escaleras.

—De espaldas —grité al ver que quería bajarlas de manera normal.

En cuanto me dio la espalda, noté en Santana algo que no había visto con anterioridad: surcando su espalda, en medio de su piel, tenía una cicatriz de quemadura bastante amplia. Fruncí el ceño, recordando lo que Mercedes me dijo sobre el incendio. Me debatí internamente en si debía preguntar o no; entonces Santana se giró para verme y levantó una ceja, seguramente había notado mi escrutinio, desvié la vista avergonzada.

—¿Tienes curiosidad por mi cicatriz? —preguntó. Entrando finalmente a la piscina y acercándose a mí.

—Perdona, no tienes que decirme nada si no quieres —repliqué.

—Está bien, quiero contártelo; no recuerdo mucho de ese día... al parecer un par de maniáticos se colaron a la mansión y provocaron un incendio.

—Eso es terrible, ¿encerraron a los responsables?

—No, según me cuenta mi mamá, el abogado de ambos era bastante bueno, alegaron que fue un accidente y nadie salió herido de gravedad.

—Pero tu espalda.

—En realidad, el incendio fue en el ala izquierda de la mansión, donde está la bodega, lejos de las habitaciones; pero yo, al ver que se quemaba, quise recuperar mi motocicleta eléctrica porque me la había regalado mi papá en navidad y tenía un enorme valor sentimental para mí. Logré recuperarla, por supuesto, aunque justo cuando estaba por salir, las llamas alcanzaron una lata de aerosol que salió disparada en mi dirección —comentó Santana.

—¿Tus padres no te detuvieron?

—Estaban de viaje y deshacerme de la nana no fue difícil. —La morena esbozó una débil sonrisa—. Le di una patada en la espinilla y eché a correr.

Sacudí la cabeza, eso era mucho para asimilar.

—Santana, lo siento mucho.

—No te preocupes, ya está en el pasado, además fue un año interesante, me enviaron a New York con una tía mientras arreglaban todo aquí, Mercedes estuvo muy triste cuando me fui, pero como te dije, ahora está en el pasado —replicó mi novia con sencillez.

No dije nada más, le di un beso en la punta de la nariz y ella sonrió.

—¿Vas a enseñarme a nadar o qué? —se quejó la morena, separándose de mí y aventándome agua a la cara.

—Lo haré —afirmé.

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