Capítulo 9

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Capítulo 9

Los sabados por la noche la vibra del pueblo cambia, se puede respirar un aire de excitación que no tienen los demás días, lo cotidiano se va y las luces de color neón en los bares locales brillan para recibir a las personas que gustan de salir de fiesta. Esta noche pertenezco a ese grupo de gente, incluso me había arreglado para la ocasión, hoy iba vestida de negro sí, con los pantalones rasgados y la chaqueta negra que le robe a Quinn.

Estaba en las afueras del pueblo esperando a Quinn que había pasado por Rachel a su casa, hubiera preferido ir con alguien más del trabajo, pero con quien fuera a ir sería la tercera en discordia, parecía que todos irían con su pareja excepto yo. Estaban Puck y su novia Lauren, Lopez y su... lo que sea que fuera Mercedes para ella y mi mejor amiga con Rachel, era un poco deprimente la verdad.

Saque un cigarrillo de la chaqueta y me lo puse en la boca, pero me abstuve de prenderlo porque escuche un par de risas a la distancia, cuando alcé la vista me encontré directamente con los ojos color chocolate de Rachel a su favor debía decir que se veía muy linda con aquel vestido corto de color verde que combinaba perfectamente con los ojos de Quinn.

—Hola Brittany, ¿esperaste mucho tiempo? —preguntó la chica con amabilidad.

—En realidad no, por cierto, ese color te queda bien —alabé.

Ella sonrió avergonzada y murmuró un suave:

—Gracias.

Mi mejor amiga me lanzó una mirada interrogante y yo me encogí de hombros.

— ¡Entonces! ¿Vamos dentro? —exclamó Quinn posando su mano derecha en la cintura de la chica.

—Vamos —dije.

Metí el cigarro en el estuche plateado que llevaba siempre conmigo y las tres comenzamos a subir por una pequeña colina sobre la que estaba el bar. Al entrar al bar que más bien parecía una casa abandonada comencé a escuchar una tonada que reconocí como Heaven and Hell de Black Sabbath. Busqué con la mirada a alguien conocido y me encontré con Puck que estaba en una de las mesas de adelante justo frente al escenario, iba con una chica y ambos bebían un líquido ambarino con hielos.

—¿Vamos con ellos? —pregunté a la pareja.

Ambas asintieron así que comenzamos a caminar hasta la mesa. Puck nos saludó a todos y Lauren se entretuvo platicando con Rachel y Quinn, ellas pertenecían al mismo turno así que se conocían mejor.

—¿Debería traer algo de beber? —pregunté.

—No creo que te vendan nada con alcohol sin que muestres tu identificación, mejor voy yo —apunto Puck.

—Descuida, tengo un as bajo la manga —dije.

—Cerveza —pidieron Quinn y Rachel al mismo tiempo.

Yo asentí y me encaminé hasta la barra donde sabía se encontraba mi padrino. El hombre mayor me sonrió.

—Brittany, no esperaba verte aquí —dijo revolviéndome el cabello.

—Alguien que conozco va a tocar hoy —respondí sentándome en un taburete.

—¿Quién?

—Mercedes Jones.

Will soltó una risita.

—Ah, ella.

—¿La conoces?

—Claro que la conozco, es una mujer increíblemente terca, estuvo tras de mí por semanas hasta que deje que su banda tocará aquí, la verdad es que no son muy buenos.

—Que mal.

Will se encogió de hombros y bebió un sorbo de whiskey.

—¿Me podrías vender tres cervezas? —pregunté con cautela, aunque ya sabía la respuesta.

—Claro que no, eres menor de edad y supongo que no tendrás dinero. Estas van por mi cuenta —dijo poniendo tres en la mesa.

—Gracias, iré con mis amigos.

—Como ¿amigos en plural? Pensé que solo tenías a Quinn.

—Las cosas cambian padrino.

—Eso está muy bien, espero que sigas ampliando tus horizontes —comentó con una sonrisa.

Asentí y fui de vuelta a la mesa, Mercedes y Santana se habían unido al grupo y ¡guau! mi corazón le pertenece por completo a Quinn, pero la latina se veía tan guapa vestida de negro y delineador azul metálico que si Lopez no fuera heterosexual estaría dispuesta a todo con ella.

—¿Cómo conseguiste que te vendieran cerveza? —preguntó Puck extrañado.

Me encogí de hombros.

—Su padrino es el dueño del lugar —dijo Quinn.

—Will es mi primo segundo y aun así no me vende alcohol —apuntó Santana.

—Tal vez no le caes bien —respondí.

—O se preocupa por mí y no quiere que me embriague a mis diecisiete años —apuntillo de mal humor.

Me reí.

—No te preocupes jefa, podemos compartir la mía —dije.

—No voy a mezclar saliva contigo, podría contagiarme de algo —dijo alzando la nariz.

—Como quieras —solté y le di un sorbo a mi botella.

El resto de la noche nos dedicamos a conversar y a mover la cabeza al ritmo de la música, Mercedes se notaba cada vez más nerviosa conforme pasaba el tiempo y había arrasado con los cacahuetes que servían de botana, fue entonces cuando alzó sus profundos ojos y sonrió.

—Mi banda llegó —anuncio.

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