Capítulo 25

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Capítulo 25

Entender el funcionamiento de la cafetera fue bastante sencillo, la principal razón de ello fue que Santana demostró ser una excelente profesora y, una vez que se te quita el miedo a quemarte con el vapor de agua que salía de la lanceta, el resto no era complicado. Aprendí a hacer un espresso bastante decente y el americano tampoco me salía mal, el problema comenzaba cuando tenía que utilizar la leche.

Estaba intentando hacer un capuchino, lo cual era un tremendo reto para mí; tenía la jarra de acero inoxidable en la mano izquierda, la espita de vapor estaba justo en medio de esta, apenas tocando la superficie del líquido blanco y solo hacía falta dar vuelta a la válvula para comenzar a hacer la espuma.

—Se tiene que escuchar un sonido de raspado, después bajas la jarra poco a poco —instruyó Santana que estaba a mis espaldas, recargado en la barra de salado junto a Mercedes.

Hice lo que me dijo, abrí la válvula y bajé la jarra poco a poco.

—¡Más rápido Brittany o te va a hervir la leche! —presionó la latina.

Intenté hacerlo más rápido; todavía podía recordar cuando a Quinn le hirvió la leche y se quemó debido a eso, pero, tal vez, me lo tomé demasiado literal porque comenzaron a formarse grandes burbujas de aire, cerré la válvula y suspiré.

—No está funcionando. —Fue toda mi queja volteándome hacia ellas.

—Te ves muy tensa, relájate, Brittany, ¿sigues nerviosa por aquel cliente? —preguntó Mercedes.

—Es que parecía un brabucón, me daban ganas de soltarle un puñetazo —dije gruñendo.

Mercedes soltó una risita y dijo:

—Estás exagerando.

Ambas bebieron los cafés que preparé para practicar, Jones tomaba tranquilamente su americano; Santana le daba el último sorbo a su espresso, una vez que lo había terminado se acercó a mí.

—No dejes que te afecte, personas así hay en todas partes —dijo la latina.

—Me parece tan raro que seas tú quien lo diga —comenté impresionada.

—¿Y eso? —preguntó la latina cambiando el contenido de la jarra, si la leche se calienta ya no se puede espumar, pero una vez que vuelve a estar fría se utiliza nuevamente, no hay desperdicio.

—Por tu orgullo —contesté con simpleza.

—No se trata de eso, yo elijo mis batallas y en esta ocasión terminar el trabajo era más importante que una discusión —explicó tranquilamente Santana—. Aunque el tipo se lo mereciera...

Levante las cejas impresionada, ella podía pensar con la cabeza fría a pesar de la situación, todo lo contrario a mí.

—Es que a veces soy impulsiva —repliqué.

—Me doy cuenta —señaló Santana, luego agregó—. Intentémoslo de nuevo.

En esa ocasión ella estaba detrás de mí, con una mano sobre la mía sosteniendo la jarra, abrí la válvula y Santana me ayudo a bajar la jarra poco a poco, podía sentir su respiración en mi cuello haciéndome cosquillas; me puse nerviosa al instante, a pesar de eso, en esta ocasión la espuma quedo muy bien.

—Si mueves la mano a la velocidad correcta la leche sale perfecta —susurró Santana en mi oído con la voz ligeramente ronca, sensual en toda su expresión.

—¿Y solo hay una velocidad correcta? —cuestioné en el mismo tono que empleó la morena, incliné un poco mi cabeza hacia ella, lo suficiente para poder ver su reacción por el rabillo del ojo.

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