Capítulo 19

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Capítulo 19

Observé la figura de Quinn alejarse rápidamente, por el estrecho pasillo que conducía hasta el interior de la cafetería, estaba por seguir sus pasos cuando el brazo de la morena me lo impidió cruzándose en mi camino, levanté la vista hacia su rostro buscando una explicación, totalmente confundida por el gesto. La expresión en su rostro parecía sombría, dudo haberla visto con anterioridad alguna vez, me preocupe de inmediato.

—¿Está todo bien? —tanteé, buscando su mirada que por alguna razón mantenía oculta de la mía.

—¿Qué estaban haciendo? —preguntó de nuevo y, por el tono de voz, esta vez parecía exigir una respuesta concreta.

—Quinn vino a tirar la basura y yo a fumar un cigarro —expliqué comenzando a sentirme culpable, como si yo hubiera hecho algo malo, aún sabiendo que no era así.

—A mí me pareció más bien que estaban abrazándose —dijo con reproche, mirándome por primera vez, atenta a cualquier cambio en mi rostro.

Al escucharlo decir esas palabras una idea, un poco descabellada, cruzó por mi mente, entonces sonreí con petulancia. Si tenía razón, las cosas se estaban tornando un poco más interesantes, y si no... Bueno, igual podía ilusionarme por un rato.

—¿Estás celosa? —pregunté en tono juguetón.

Santana soltó un respingo y dejó caer la mano que estaba sobre el marco de la puerta, su rostro adquirió un tono rosado en las mejillas, y sus ojos esquivaron con desesperación los míos; apretó las manos a sus costados antes de exclamar.

—¡NUNCA! ¡Eso quisieras Pierce! —Se dio la vuelta resuelta a marcharse, refunfuñando algo acerca de que "odiaba a los que solo querían hacer los que se les diera la gana".

Me adelanté algunos pasos, luego giré mi rostro y le sonreí ampliamente, haciendo lo posible por ser pícara y coqueta.

—La verdad es que sí, es exactamente lo que quisiera —dije y me apresure a la sala principal, sin quedarme a ver la reacción de la morena.

Cuando la vi salir, ella había recuperado su estado de ánimo usual o eso fue lo que pensé...

El turno de la tarde pronto se volvió una pesadilla, el local se llenó en un abrir y cerrar de ojos, tan rápido que apenas podía procesarlo; las órdenes se confundian en mi cabeza y mi caligrafía no ayudaba a esclarecerlas. Así que ahí estaba yo, delante del punto de venta para procesar las órdenes, intentando averiguar si había escrito leche descremada o deslactosada, que para mí eran lo mismo, pero que al parecer había un mundo de diferencia entre ellas, cuando el grito de Quinn me sacó de la interpretación de mis jeroglíficos.

Giré mi cabeza lo más rápido que pude en su dirección, Quinn parecía estarla pasando peor que yo, estaba tan apurada esforzándose porque las órdenes no se le acumularan, que descuidó la leche para la espuma de los capuchinos, la cual hirvió de más y se derramó al desbordar la jarra. Nerviosa, y seguramente por puro instinto, tomó la jarra con la mano desnuda, lo cual produjo una quemada y su grito de dolor.

—¿Estás bien? —pregunté enseguida, corriendo a ayudarla sin pensarlo.

—Si, no pasa nada —contestó Quinn limpiando con un trapo la leche derramada, tratando de no prestarle atención a su mano herida.

—Déjame ver tu mano —pedí.

Mi mejor amiga extendió la mano hacia mí, la tomé con delicadeza para examinarla, no parecía nada grave, solo un leve enrojecimiento. Pensé que con un poco de hielo o metiéndola en el agua del grifo, pasaría el dolor, pero antes de exponerle algunas de las ideas, Santana Lopez apareció de la nada.

BreadstixWhere stories live. Discover now