Capítulo 20

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Capítulo 20

En cuanto abrí los ojos me encontré con la figura de Lopez, quien se hallaba sentada en el sofá que estaba frente al mío; su postura era relajada, sus piernas descansaban sobre la mesa de cristal, cruzadas a la altura de los tobillos. Las alas de ángel habían desaparecido, ya no había rastro de arneses sobre su pecho, en cambio los dos primeros botones de su camisa estaban desabrochados, también se había arremangado la camisa sobre los codos y sus manos permanecían en su regazo. La visión tan atrayente de aquella morena me dejó aturdida, en especial porque me miraba fijamente con el rostro muy serio. Trague saliva, sintiendo la boca repentinamente seca. Hablando de boca... un inesperado recuerdo se iluminó en mi mente.

—Hola —dijo la morena.

La observé con detenimiento, mi compañera de trabajo, además de seria, parecía un tanto cautelosa, permanecí en silencio unos segundos más para ver si podía captar su estado de ánimo, pero, al darse cuenta de mi escrutinio, Santana se cerró completamente a mí, parecía tener experiencia en controlar sus gestos y emociones, retenerlos para que yo no pudiera notarlos. Esa era una faceta muy distinta a la encantadora, juguetona e incluso celosa, que me había mostrado en la tarde.

—Lopez, lo siento, ¿cuánto tiempo dormí? —pregunté con nerviosismo por el reciente descubrimiento.

—Una hora y media, más o menos —contestó.

Le lancé una mirada al reloj de pared, ¡mierda! Eran casi las doce de la noche y, aunque Lima era un pueblito tranquilo, no me gustaba caminar sola tan tarde.

—Puedo llevarte a tu casa, si quieres —sugirió Santana, como leyéndome el pensamiento.

—Te lo agradezco, pero, ¿cómo regresarás a tu casa sola?

—Vinieron por mí, así que no te preocupes.

—Gracias.

—Date prisa, te espero afuera —dijo simplemente, levantándose del sofá sin dirigirme la mirada.

Lopez salió de la sala de descanso, fue entonces cuando suspiré largamente, me toqué los labios en un gesto ausente; su sabor a menta y café aún permanecían latentes en mi lengua. Necesitaba hablar con Santana sobre eso, de inmediato, sabía muy bien que no lo había soñado ni mucho menos, no podía dejarlo pasar.

Me apresure a quitarme las alas y ponerme una sudadera. La latina ya había cerrado las puertas delanteras con llave, solamente faltaba la puerta trasera; afuera la morena me esperaba con la llave en la mano, dispuesta a ponerle candado para poder largarnos de ahí. En el estacionamiento nos aguardaba un lujoso automóvil de color negro, no sabía de qué modelo era porque nunca me interesaron demasiado los carros.

—Sube —pidió Santana.

Pensando en que tal vez la morena quería irse en el asiento del copiloto, me apresure a abrir la puerta trasera del auto e hice una señal con la mano hacia el interior.

—Tú primero —indiqué.

No iba a dejar que Lopez se escapara de mí, tenía un asunto que tratar con ella, mi acompañante asintió y se acomodó en el asiento de atrás, la miré esperando que se hiciera a un lado, en cambio, tomó la manija de la puerta y la cerró, me tuve que subir por el lado contrario. Por supuesto que la señorita no iba a recorrerse para que me pudiera sentar, ni que este fuera un vulgar taxi, ¿verdad? Comencé a ponerme de mal humor con una rapidez exasperante.

—¿A dónde la llevo, señorita Lopez? —preguntó el chofer.

—Dile tu dirección, Pierce.

Le dije dónde vivía y el auto comenzó a moverse, en la radio sonaba, "Every breath you take", en la versión de Glee, lo suficientemente bajo como para permitirnos charlar, cosa que ninguna de las 2 hizo al inicio. Permanecimos en silencio por un largo rato, con la melodía y la tensión flotando a nuestro alrededor, Santana miraba por la ventana con los labios apretados, no parecía tener ganas de hablar conmigo; yo, en cambio, la miraba a ella intentando pensar en la mejor forma de abordar el tema.

BreadstixWhere stories live. Discover now