Capítulo 17

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Capítulo 17

En medio de mis turbulentos sueños sentí una mano acariciar mi cabello, me removí en la cama incomodo queriendo taparme la cabeza con las cobijas; pero entonces escuché la voz de mi madre decir mi nombre varias veces, abrí los ojos con dificultad, y vi su rostro preocupado frente a mí.

—¿Qué pasa? —pregunté todavía un poco amodorrado.

—Emma me llamó hace un momento, parece que el pequeño Rick tiene fiebre —respondió ella.

—¿Lo llevaron al hospital? –respondí sentándome en la cama.

—A la clínica, le recetaron algunos antibióticos, pero parece que no surtieron efecto y está muy intranquila.

—Entonces deberían llevarlo al hospital.

—Querida, tú sabes que Tanaka no puede pagar una consulta en pediatría.

—Figgins tendría que subirle el sueldo, ese miserable... —comencé molesta, pero mi madre me interrumpió.

—Brittany, no pienses en eso, de momento tengo que ir a revisar a mi ahijado.

—¿A esta hora? —exclamó alarmada.

—Sí, tu padre me llevará.

—Pero...

—Probablemente tenga que quedarme a vigilarlo el fin de semana y preferiría que no estuvieras sola —comentó ella pensativa—, en la mañana puedo hablar con Judy para que estés con Quinn un tiempo.

—¡No! Es decir... —Me apresure a responder porque eso había sonado demasiado sospechoso, hasta para mí— No estaré sola; voy a ir a trabajar de todas formas.

—¿En sábado? —Se extrañó, al parecer mientras menos quería que se preocupara por mí, ella más lo hacía— Además, es día festivo.

—Sí, tengo un acuerdo con la gerente; además ya estoy grande mamá, sé cuidarme sola.

Mi mamá me sonrió con ternura, depositó un beso en mi frente y se levantó.

—Está bien, hija, cuídate mucho, ¿de acuerdo?

—Claro, ma.

En cuanto mi madre cerró la puerta busqué mi celular bajo la almohada, eran las cinco de la mañana, volví a acostarme, gruñí contra las cobijas e intenté volverme a dormir, luego de dar una y mil vueltas sobre el colchón, conseguí hacerlo.

Desperté y al ver nuevamente la hora, me di cuenta de que ya era muy tarde, por lo que me apresure a alistarme. Mientras me cambiaba de ropa, noté dos prendas que no me pertenecían dentro del armario, eran la bufanda y el gorro que Santana me prestó esa noche en la que la acompañé a su casa. Deslicé mis dedos por la suave tela, pude constatar que aún conservaban el aroma a menta tan característico de la morena; "tal vez debería lavar primero las prendas antes de devolverlas", pensé. Con esa idea en la cabeza dejé la ropa en el mueble.

De camino a la cafetería pude apreciar el ambiente festivo del pueblo: las calles estaban adornadas con telarañas, calabazas y esqueletos; algunos niños ya corrían disfrazados tomados de la mano de sus madres. Sonreí cuando vi pasar a un grupo de tres pequeños con varitas mágicas, sombreros y capas.

Al entrar en el local lo primero que vi fue a un ángel que me sonrió presuntuoso en cuanto me vio. Levante las cejas sorprendido por la apariencia de Santana, vestía pantalón de vestir y camisa blanca, en la espalda llevaba alas emplumadas de color blanco, que se sujetaban con unos arneses en el pecho, que parecían sacados de una sex shop. Estaba usando otra vez el delineador azul metálico resaltando sus encantadores ojos, se veía endemoniadamente sexy.

—Se te cae la baba —dijo Lopez notablemente complacida por la reacción causada en mí.

—Te ves muy bien —comenté aturdida.

—Naturalmente, Pierce, ve a la sala de descanso por tu disfraz —ordenó la latina.

Asentí con la cabeza e hice lo que me dijo. En la sala me encontré a Tina con una brocha en la mano, maquillando a la novia de Puck, cuyo nombre había olvidado, ella también vestía de blanco y llevaba alas.

—Hola, Tina, no esperaba verte hoy —dije yéndome a sentar en la mesa baja de vidrio, no me preocupo de que se fuera a romper, la mesa era bastante resistente.

—¡Brittany! Hace mucho que no te veía, solamente vine a maquillarlos y me iré, más tarde tengo una fiesta con mis amigos del colegio —contestó ella sin dejar su labor.

—Puck también se irá de fiesta, odio tener que trabajar, pero ni modo, salí sorteada —se quejó la chica de la que no recordaba su nombre.

Todos los empleados hacían un sorteo para ver quién trabajaría los días festivos, yo no participé en eso porque ya me había comprometido antes a venir.

—Lauren, no hables, te pondré labial —instruyó Tina —Brittany, apresúrate a ponerte las alas para maquillarte, solo faltas tú.

—Voy.

A diferencia de Santana y Lauren, mis alas eran negras al igual que mi vestuario, el tema era ángeles y demonios. Se suponía que era gracioso, creo. Suspiré e intenté colocarme los arneses con dificultad.

—Dile a Quinn que te ayude cuando salga del baño si no puedes sola, también le tuve que ayudar —dijo Lauren quien ya estaba lista.

Y justo después de decir esas palabras, mi demonio personal hizo acto de presencia. La entrada de Quinn habría sido dramática, de no ser porque sus alas se atoraron con la puerta y le costó trabajo salir. Vagamente me pregunté si sería cómodo trabajar con las dichosas alas, pero lo que más me inquietaba en ese momento, era lo incómodo que iba a ser estar con la ojiverde en la misma habitación.

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