27. TRANSparente

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AZARIAH
EDÉN: 5 - AVERNO: 26

Odio los dichos cliché que repite la gente, pero todo se hace popular por una razón.

Me he repetido toda la vida que jamás se termina de conocer a alguien y que debemos vivir con el hecho de que nunca sabremos todo del otro. Aún así, saber de la existencia de los martes 13 no es muy útil si no tienes un calendario a mano.

Esa es la gracia de la vida, creo.

No pongo en duda la confesión del abuelo ni por un segundo, aunque me cuesta tragar las palabras. Necesito un vaso de agua, así que lo busco en el pasado.

Cuando una persona suelta una verdad inesperada, la otra empieza a atar las omisiones, los comentarios, los comportamientos y las mentiras, si es que dijo alguna. Lo que creía entender, se desentiende para ser entendido de una forma distinta. Es como si las piezas de un rompecabezas cobraran vida y se movieran a sus respectivos lugares sin necesidad de forzarlas. Por un lado, no causa sorpresa porque uno conoce dichas piezas en su individualidad, pero por el otro, la imagen final impacta porque es una jamás antes contemplada.

Lástima que eso no me sucede. No tenía ni el más mínimo indicio de que mi abuelo de ochenta años me diría que es una mujer trans, y no hallo registro de pista alguna.

Lo miro sobre la fogata. Las llamas profundizan todas sus arrugas, y me pregunto cuántas cosas esconden, porque una confesión es solo el comienzo de un viaje de descubrimiento.

—Yo... —No sé cómo seguir. Por primera vez temo preguntar algo ofensivo—. ¿Cómo?

El abuelo está a punto de responder, pero la menor de los Saint rodea la fogata y lo enfrenta.

—Pero señor, ¿usted tiene pene o vagina y bubis? —Lo señala con la rama antes de darle un mordisco al malvavisco.

—¡Oklahoma! —reprochan sus hermanos, saliendo del aturdimiento.

Britney intenta tomarla del brazo y sacarla de la vista de Robert, pero el anciano niega con la cabeza, entretenido.

—Las preguntas no son para avergonzarse ni para avergonzar al otro mientras se digan y respondan desde el respeto. —Sonríe el abuelo—. Y tu pregunta es buena, cielo. Sin embargo, para muchas personas es un tema íntimo. Es preferible no hacerla, al menos a quienes no conoces, ¿entendido? —La niña asiente—. Sin embargo, yo puedo responder que bajo mi ropa me veo como un hombre, pero bajo mi piel soy una mujer.

—Eso tiene sentido —dice la cría, como si le acabaran de decir que el cielo es azul—. Es como cuando el apestoso de mi compañero Tidinsky dice que parezco hueca, aunque en realidad, en el fondo, no lo soy.

Por un momento no veo el punto, hasta que dejo de comparar las situaciones y me enfoco en lo esencial, aquello que las conecta: apariencia. Oklahoma entendió algo complejo de la forma más sencilla, y es que lo que se ve nunca es una representación de lo que somos.

Algunas personas pueden expresarse a través de cómo lucen y qué impresión dan a través de su físico y actitud. Otras, pueden ocultarse; siendo el perfecto engaño de algo que no son o dejando todo a la interpretación. Sin embargo, se expresen o no, una imagen no es la historia completa.

No juzgues a un libro por su portada. Muy cliché, pero muy real. Aunque le añadiría: No des por sentado a un libro por su portada, porque eso solemos hacer con nuestra familia. Los dejamos juntar polvo en la esquina del estante. Sus portadas son tan conocidas, que dejan de parecernos innovadoras. De vez en cuando, leemos uno que otro capítulo, pero parece que nunca tenemos tiempo suficiente para sentarnos y absorber cada página como se debe.

Éticamente hablando, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora