37. Carbonización crítica

3.1K 874 542
                                    


HOWARD
EDÉN: 19 - AVERNO: 1

¿Desde cuándo un lo prometo de una persona que se preocupa por ti vale menos que mis dos pelotas no peludas? 

No tengo ni idea. No sé si me he perdido alguna profecía aramea o si Azariah, quien entre todo mi lío de sentimientos yo podía llamar amiga, ha sido reemplazada por una persona capaz de romper promesas cuál humano desperfecto que mea en la tapa del retrete todas las mañanas porque tiene al amiguito desviado. 

—Howard, ¿qué pasa? Háblame, soy yo —pronuncia Britney cuando entro a casa echando humos y ni siquiera le dedico una mirada de buenas tardes.

Mi hermana me sigue en el camino a mi habitación entre súplicas y pedidos de todo tipo. Siento la presencia de Oklahoma y sus pequeños pasos a mis espaldas. Yo, en tanto, parezco un motor a punto de recalentarse. Mi cuerpo suda de todos los nervios, el enojo y el estremecimiento acumulado. Mi cabeza bufa, me duele pensar. 

No estoy en control.

Britney y Oklahoma saltan delante de mí como escudo humano en un intento por calmarme.

—¡Déjenme! ¡Déjenme en paz! —bufo desencajado y empujo suavemente a mi hermanita pequeña para poder pasar. 

Ella cae de espaldas, sin ningún daño, y me mira con odio.

—Puto.

—¡Howard! —exclama con desconcierto Britney, que abandona el bloqueo y se esmera por asegurarse que Ok se encuentre bien.

Para ese entonces ya di un portazo y me encerré en mi habitación. 

—¡Hijo, abre la puerta ahora si no quieres enfrentar peores consecuencias! —Mamá aparece en escena. Oigo a papá cuchichear por detrás con mis dos hermanas. 

Mi respiración agitada me hace hablar en jadeos mientras deslizo la espalda contra la puerta y termino sentado en el frío suelo de mi cuarto. 

—Yo solo quiero un poco de silencio. —El pinchazo constante que azota mi cabeza desde la granja genera en mí una irritabilidad que me hace desconocido—. Yo... yo siempre tuve el control, una paciencia infinita... yo siempre fui el dueño de mis emociones. ¿Q-qué pasa conmigo? ¿C-cómo? ¿C-cómo no me di cuenta? Mery, Mery, Mery...

La presencia de toda mi familia a solo unos metros es inconfundible, esperando el momento en que los deje pasar y todo se cure con un fuerte y sentido abrazo.

Pero, como para sumarle otro peso a mis hombros, una fuente de antipatía interna me dice que esta vez mi generosidad emocional no ganará la contienda. 

—¿Esto tiene que ver con Mery, hijo? Ella se pondrá bien, mi niño... Tú no eres el culpable de nada. 

Jessica Saint hace un esfuerzo inaudito por ser la mamá sobreprotectora que siempre fue, pero por segunda vez en un corto período de tiempo, sus palabras tienen el efecto contrario y producen en mí una fulminante crisis:

—¡Claro que tiene que ver con Mery! —Golpeo la puerta, enojado. Del otro lado oigo un asustado resoplido conjunto—. ¡¿Entiendes que no pude convencerla, mamá?! ¡¿Entiendes que estaba dispuesta a tirarse de una azotea con dieciséis años de vida?! ¡¿Qué le hizo este mundo de mierda para que prefiriera vivir en la eternidad de un ataúd antes que cumplir sus sueños?! —Pateo los objetos que tengo a mi alcance. Lanzo los papeles de mi escritorio por los aires—. ¡¿Cómo se te ocurre decirme que yo no soy el culpable?! ¡Tú no sabes nada, Jessica! ¡Tú no sabes quien soy! ¡Soy el único culpable del intento de suicido de Mery, mamá! ¡Era la única persona con la que contaba y yo la dejé desamparada pensando que así los dos estaríamos mejor! ¡La acompañé por años y jamás noté que estaba sufriendo, día tras día, semana tras semana, año tras año! —Mi objetivo se posa ahora en las sábanas de mi cama. Las arranco con furia—. ¡Soy una mierda, tú eres una mierda, todos los que la rodeamos somos una mierda por vivir en nuestra burbuja de egocentrismo! ¡La humanidad no tiene esperanza!

Un segundo de silencio. Hallo el oxígeno entre mis jadeos mientras busco nuevos puntos para desatar mi cólera. Mamá, la única con el valor de responder mis ataques, pronuncia dubitativa:

—Pero Azariah... Ella es...

Justo el nombre que no quería escuchar. 

—¡Ella es una víbora mentirosa y traicionera! —Insultarla evoca un profundo daño colateral en el pinchazo de mi cabeza, que aumenta en intensidad y me obliga a detenerme por una milésima de segundo. No obstante, el descontrol sigue acusando a toda persona divina o no divina que se cruce por mi mente—: ¡Me prometió que no lo haría! ¡En la condenada cara, en la condenada cara, Diosito! ¡Dime que viste esa mentira y explicame como zanahorias puedo perdonar una cosa así! —Me autorespondo en mi propia conversación con un gesto de suficiencia—. No lo sabes, ¿verdad? ¡Y claro que no, si ni siquiera existes! ¡Le hablé a la nada toda mi vida! ¡Hubiera sido lo mismo si alababa a una berenjena color verde agua, porque no habría hecho diferencia! ¡Ahora mismo le estoy hablando a la nada, de nada, de nada, nada! ¡Nada, nada! 

Comienza a ser difícil hablar con coherencia cuando empiezo a golpear la pared que da al cuarto de Britney y mis nudillos empiezan a sangrar. Puedo escuchar el eco lejano de mi familia rogando que abra la puerta, asustados por mi salud y sin encontrar la forma de llegar a mí.

Estoy solo aquí. Ya no me puedo reinventar. Quise tener el corazón que Mery aseguró que tenía por tantos años que me olvidé que para poder socorrer, aliviar y apagar el fuego de los incendios ajenos, primero tenía que extinguir el mío. La llama creció, creció y creció dentro mío mientras yo me aseguraba que las del resto estuvieran destruidas. 

Llegué muy tarde para impedir mi propia carbonización.

Cuando noté que mi personalidad no existía, que mis creencias eran infundadas y que nada de lo que tenía a mi alrededor era como yo quería que fuese, ya había aspirado todo el monóxido. Un monóxido penetrante, de ese que te va matando por dentro, y que a su debido tiempo cumplirá su misión de dejarte en cenizas. 

Tarde para conocer a Azariah. Tarde para ver a la verdadera Mery. Tarde para darme cuenta de la educación forzada de mis padres. Tarde para entender la hipocresía del Sistema. Tarde para encontrar al verdadero Howard Saint.

Toda mi vida he llegado tarde.

—¡Abre la puerta, Howard! ¡Te lo suplico! ¡Nos estás matando del susto! —grita Britney sin un atisbo de tranquilidad en su voz. 

No sé en qué momento la metáfora dejó de estar en mi mente, pero cuando vuelvo a percatarme del mundo físico, siento que me estoy quemando por dentro. 

—¡Detesto estar atrapado en una vida que ya no puedo cambiar! ¡Detesto creer en las personas y que me defrauden, pero sobre todo detesto decepcionar a aquellos que siempre confiaron en mí! ¡Lo detesto! ¡Agh! ¡Mal-maldición! —Mi cabeza ejerce tanta presión que ya no puedo pensar, ya no puedo modular, ya no puedo...

Me estrello con una pared, tambaleante. No tengo equilibrio. Tomo mi pelo con fuerza con la tentativa de parar la espiral incontrolable, pero contrario a mis deseos, acabo arrancándome parte del cuero cabelludo y empeorando la desesperación.

Mis piernas pierden la capacidad de mantener todo mi peso en una línea recta. Me mantengo de pie a fuerza de voluntad con la ayuda de los vértices de mi habitación, pero no podré soportarlo mucho tiempo más. Logro percibir como mi padre consigue derribar la puerta tras una serie de ataques feroces.

Al siguiente segundo veo como mi familia me observa horrorizado.

Hago un esfuerzo sobrehumano por hablar mientras esta fuerza demoníaca que me controla sigue obligándome a hacer cosas que no quiero: ahora estoy golpeando mi cabeza contra la pared, una y otra vez, por lo que el sangrado no tarda en llegar.

—¡¿Qué... qué... pasa... con-conmigo?!

ATENCIÓN

FALLA CRÍTICA DEL SISTEMA
—¡Lance, ayúdame! ¡Ayúdame, ahora, que se nos muere! ¡Lo perdemos!

Jessica y Lance me abrazan, conteniendo mis brazos entre gritos para evitar que me siga martillando mi cerebro contra la pared que se llenó de sangre. Ok me observa desde un rincón traumatizada mientras Britney explora la escena desconcertada. 

Después de todo, quizás no era Mery la destinada a morir hoy.

Éticamente hablando, te quieroWhere stories live. Discover now