7. Enfrentamiento bíblico

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AZARIAH
EDÉN: 4 - AVERNO: 26

—¿Crees que es más bonita que yo? —pregunta mientras caminamos a través del estacionamiento de la escuela.

Aparto el teléfono de mi cara de un manotazo y ella fija los ojos otra vez en la foto de Britney. Casualmente una de las puntas del triángulo amoroso de Kyla es hermana de Howard según su usuario de Instagram.

Supongo que no todos los Saint honran su apellido.

—No importa la forma en que luzca. Importa cómo es.

—Wow, aunque la deteste hay que reconocer que su mención trajo a la luz un lado dulce, motivacional e inexplorado de tu parte, Azariah. ¿Encierro este día en el calendario? Es un suceso nunca antes visto.

—No me refiero a su personalidad. Importa cómo es en la cama. Si Antonie está tras ella es por eso.

El rostro de Ky se transforma. Sé que acabo de tocar una fibra sensible. Es muy insegura acerca de su relación en ese aspecto. Con quince años no puede tener relaciones sexuales, mientras Antonie y Britney, al tener diecisiete, sí. Dudo que él se mantenga casto por dos años solo por mi hermana, por eso creo que la está engañando, y el peor temor de Kyla es que yo tenga razón.

—Mejor consigue a alguien de tu edad —añado a modo de consuelo, aunque sale como un consejo irritado para que se calle—. Los chicos más grandes te quieren para una noche y los menores te proponen casamiento a la primera erección que les provoques. Los de tu mismo rango buscan más o menos lo mismo que tú, son la opción segura.

—Esos son unos idiotas que se la pasan haciendo tonterías. Los chicos de mi edad están mentalmente muy atrás para mí.

—¿Sabes quién le está dando por detrás a quién mientras tú andas lloriqueando y de acosadora?

La imagen de la chica Saint y LePierre que mis palabras forman en su cabeza la llevan a oprimir los labios con fuerza, molesta.

—Estás siendo una hermana de porquería, pero al menos eres una que nos hará ricos. Disfruta la fama, Az —dice empujando las puertas de vidrio y acelerando el paso para alejarse de mí como si fuera a contagiarle la varicela.

Ignoro lo dicho mientras recorro el primer tramo del pasillo, pero la frase resuena en mi cabeza a medida que avanzo bajo la atenta mirada y risas de la población estudiantil. Le lanzo más de una mirada a varios, que apartan la suya para seguir cuchicheando o bajan la cabeza. Saben que no serían los primeros en ganarse un golpe de mi parte.

No creí que Kyla podría publicar el video, pero el Averno ganó sobre el Edén en la toma de esa decisión.

No me duele que sea rencorosa porque soy igual, pero hubiera preferido que mantuviera la venganza dentro de las cuatro paredes de nuestra casa. Ahora todos me vieron tomada de la mano y rezando con Howard. Aunque no me importa lo que piensen, me enoja que tengan a su disposición un momento privado y que las bromas pesadas no tarden en llegar.

Criticar o poner en perspectiva lo que hace el resto es inevitable, pero llevarlo al punto de la máxima exposición pública no es algo que nadie merezca a excepción de que sea una mierda de persona y su ejemplo necesite ser repudiado, o se precise ese tipo de visualización para provocar un cambio social.

—Tampoco es para tanto, ¿no tienen algo mejor que hacer? —espeto irritada en voz alta y en general, frenando mi paso—. ¿Drogarse, ser rechazados por los idiotas que les gustan o reprobar química? ¿Ninguna de esas? ¿Qué tal si prueban con intentar meter sus cabezas en sus traseros?

Nadie responde, pero los murmullos no se detienen. Un estruendo a la vuelta del corredor hace que cobren fuerza. Los ojos curiosos me siguen mientras camino hasta encontrar a Shiro, el lanzador estrella del equipo de béisbol, cerniéndose sobre Howard.

Éticamente hablando, te quieroWhere stories live. Discover now