18. Adiós, Mery

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HOWARD
EDÉN: 17 - AVERNO: 1

Estoy seguro de que ni Azariah ni Mery se percataron que detrás de la puerta del baño de mujeres había una ovejita que esperaba paciente su turno de conversación. Tampoco deben haber notado que, en todo su ataque de rabia, mi pobre nariz se interpuso en el camino de la puerta a la pared, por lo que terminó aplastada por la bella entrada a la zona de higienización femenina.

Yo solo quería redimirme. 

Suficiente había sido ya el tiempo que dejé en tiempo muerto a Mery sin ninguna explicación de por medio. Después de que Dalton me dejó en la entrada de mi casa unas noches atrás, tardé horas en atreverme a entrar. Necesitaba un rato a solas, sin que nada ni nadie se interpusiera entre las necesarias reflexiones que tenía que hacer conmigo mismo. El señor Jenkins, en todo el dolor que indudablemente siente por la pérdida de su esposa y la personalidad desconocida de su hija, supo describirme que detrás de la Azariah que todos conocemos hay una persona diferente que merece ser escuchada, querida y valorada. Incluso mi nuevo amigo pelirrojo apeló a toda su sensibilidad en la fiesta para mostrarme que él no es un simple adolescente vacío con ganas de sexo, fiestas y alcohol. Puede tener los mismos gustos que la mayoría, pero eso no lo hace superficial. Y, quiera admitirlo o no, mis prejuicios se fueron por la borda tan pronto me contó la historia de su hermano.

Así que no pude evitar pensar que me estaba equivocando con Mery también. ¿Cómo podría volver a llamarme buena persona sabiendo que tal vez mi mejor amiga tenía una justificación para todo su accionar rodeado de mentiras y yo no le di una oportunidad por mi orgullo? Jamás me perdonaría un error semejante, por lo que decidí esa noche mientras observaba las estrellas que ella merecía una chance de explicarse.

Tras haber escuchado toda la discusión de Mery y Azariah, nada es igual.

Siento como si las cosas hubieran cambiado de forma drástica y descontrolada. No estoy acostumbrado a que me saquen de las casillas y eso me desespera. Incluso no me importa que Azariah haya golpeado a Mery, lo que es terrible. Quiero sentirme mal por tener un pensamiento tan poco benevolente, que sin dudas apela a lo peor de mí porque en un punto defiende el uso de la violencia, pero me siento tan desconcertado que no encuentro las fuerzas para quitarlo.

No quiero levantarme del suelo. Pienso en Dios, la biblia y mis rezos en busca de serenidad. Sin embargo, nada me trae de vuelta a la realidad.

—¡¿Howie?! ¿De dónde saliste? —Greg me ayuda a levantarme mientras me susurra enérgico—. Amigo, estás sangrando. Vamos, te llevo a la enfermería.

Mi colega pelirrojo me arrastra hasta que consigo ponerme de pie. No tengo idea qué hace él aquí, pues ni siquiera asiste a esta escuela, pero tengo pensamientos mucho más urgentes que me azotan sin descanso. Escuchar a Mery despotricar con tanta maldad y ser testigo de cómo metió el dedo en la llaga a sabiendas del efecto que eso podía causar sobre Azariah me resultó tan inhumano como denigrante. Reitero sus palabras en mi mente como esos discos rayados de siglos pasados que no pueden evitar repetirse una y otra vez por su evidente disfuncionalidad. 

Mi mejor amiga es un monstruo, un monstruo enamorado y enceguecido por lo que cree que es amor verdadero.

—Esa chiquita sí que se merecía ese golpe —esboza el pelirrojo cuando pasamos por una oficina que no reconozco y vemos a Azariah sentada con rostro embravecido. Yo sigo caminando por inercia, intentando rebobinar la discusión y buscando una excusa que pueda exonerar a Mery de sus actos—. Howie, ¿te encuentras bien?

Greg me suelta cuando llegamos a la puerta de la enfermería y tengo que recuperar la compostura para no caer de cara al suelo. En otras circunstancias lo corregiría diciendo que nadie merece ser violentado por ninguna razón, pero en estos momentos incluso hasta mis valores morales están un poco alterados.

Éticamente hablando, te quieroWhere stories live. Discover now