Capítulo 27

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A la mañana siguiente, Kara se despertó arrugando la nariz al notar un poco de claridad en su habitación. Se giró sobre su costado para ponerse boca arriba, arrancando un bostezo en el proceso y estirando su cuerpo descansado y satisfecho.

Abrió los ojos perezosamente y miró hacia su lado, notando la falta de calor. Lena ya no se encontraba ahí como estuvo abrazada a ella casi toda la noche y supuso que se había marchado temprano como dijo anoche a mitad de la película para cambiarse antes de ir a trabajar. Sin embargo, a pesar de soltar un suspiro de decepción, estaba más que contenta porque repitieron antes de ir a dormir. También hay que decir que era culpa suya por provocarla, pero no tenía la culpa de que la pelinegra fuese tan atractiva y se sintió feliz que Lena le hubiese seguido el juego. Quizá sí fuesen amigas con beneficios después de todo.

Pero ella iría poco a poco. Tampoco quería abalanzarse sobre ella en cada esquina. No quería atosigarla como si fuese una depredadora sexual, como si estuviera desesperada y mucho menos quería incomodarla por muy receptiva que se ponga. También tenía que cuidarse ella misma porque estaba jugando con fuego con sus sentimientos ya que anoche pasó una tarde agradable junto a ella como si hubieran vivido esto todos los días y Lena ardía, recordando de que no debería ilusionarse.

Se levantó nada más mirar la hora y dejó de remolonearse para vestirse. Se dirigió abajo con el cuerpo animado, pero frunció el ceño cuando no vio a Chico a los pies de las escaleras como todas las mañanas y abrió más los ojos, aguzando el oído cuando escuchó un tarareo.

—¿Lena? —preguntó nada más cruzar el marco de la cocina y ella levantó la cabeza.

—Buenos días —se levantó del taburete y se acercó a ella para darle un beso en la mejilla que la rubia recibió con sorpresa, sin entender. La pelinegra casi se echó a reír al ver su rostro de confusión, y era normal: dijo que se iba a ir nada más levantarse—. Me acabo de acordar de que yo entro una hora más tarde y Chico no paraba de ladrarle a la puerta. Supuse que quería hacer sus necesidades y me quedé un ratito más, aprovechando de hacerte el desayuno. Así que... te he dejado café —explicó encogiéndose de hombros, señalando con la mirada la taza y la rubia asintió, entendiendo y agradeciendo el detalle.

—¿Has tenido la valiente idea de sacar a mi perro? —preguntó segundos después con una sonrisa entre que la seguía por detrás, viendo cómo cogía su abrigo y maletín.

—Sí, tira mucho de la correa —dejó escapar una risita sabiendo lo que quería decir, cogiendo la manija de la puerta—. En fin, nos vemos más tarde.

—Claro. Por supuesto.

Pero ambas se quedaron petrificadas nada más abrir. Ambas se tensaron y se miraron nada más ver a Lucy con la mano alzada, a punto de tocar la puerta. Vieron como la morena tenía los ojos llorosos, como tragaba saliva y como su pecho se agitaba con miedo, como si le estuviera costando respirar.

—¿Podemos hablar, por favor? —pidió Lucy con voz temblorosa a pesar de todos los rechazos, viendo como ninguna hablaba y sin importar que Lena estuviera ahí.

—Lucy... Creo que...

—Por favor, por favor, Kara, por favor —suplicó varias veces, sacando sus lágrimas a relucir.

—¿No le has escuchado? ¿O es que no sabes leer cuando te dice que no quiere volver a verte? —gruñó Lena molesta, pero la rubia le cogió del brazo suavemente.

—No pasa nada, Lena. Está bien...

—Pero... —la miró sin entender y la rubia sacudió la cabeza.

—Tranquila. Creo que ya es hora de no salir huyendo y dejarnos las cosas claras —se cruzó de brazos alzando la barbilla para mostrarse intimidante y Lena suspiró sabiendo que tenía razón.

Se nos da bien odiarnos | Supercorp (Kara G¡P)Where stories live. Discover now