Capítulo 10

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El día de Acción de Gracias fue todo un caos para la familia Danvers, pues faltaban cosas por decorar y comida por comprar. Este año contaban con dos personas más en la mesa de esta noche: Sam y Ruby. Cosa que se le olvidó a Eliza con todas las cosas que tenía en la cabeza. El comportamiento de Kara era una de ellas, por no decir la más importante.

Por mucho que su hermana pelirroja intentara relajar a su madre en toda la mañana, no podía parar de preguntarse en lo que estaba pasando su hija adoptiva. Estaba más ausente y callada de lo normal. Es más, parecía que alguien había muerto a la hora de comer porque Kara no soltó ningún comentario ni alegrándose del día ni quejándose del trabajo como hacía últimamente.

Por supuesto, Alex lo intentó toda la tarde con la insistencia de su madre, pero la rubia solo respondió que no pasaba nada. La pelirroja no insistió y, aunque quería mucho a su hermana, estaba más centrada en lo de esta noche por Ruby y Sam que otra cosa. Estaba tan nerviosa y ansiosa de que quería que todo estuviera perfecto y se le ocurrió mandar a su hermana junto con su madre a hacer las últimas compras que faltaban mientras ella terminaba de decorar.

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—¿Kara? —le llamó la atención Eliza por segunda vez—. Hija, ¿segura que no te pasa nada?

—No, mamá. De verdad... —suspiró la rubia como respuesta, pero Eliza sacudió la cabeza.

—Mi niña, no quiero ser una molestia, pero estoy muy preocupada —le tocó el brazo con cariño haciendo que Kara levantara la cabeza de la lista de la compra—. Te he preguntado si querías una tarta de calabaza o brownies de chocolate para el postre y has encogido de hombros. Tú me habrías respondido las dos cosas... —susurró apenada, pero Kara nuevamente negó y sonrió.

—Mamá, en serio. Estoy bien. Solo que estoy estresada porque he mandado mucho trabajo a mis alumnos y ahora tengo que corregir el doble este fin de semana, nada más —se excusó con una mueca y Eliza asintió dándose por vencida.

Sabía que algo andaba mal. Aunque no fuera su madre de toda la vida, era como una hija para ella y la conocía como si la hubiese parido. No le consoló la excusa que puso. Al contrario, la preocupó más. Eso lo dijo cuando su última exnovia, Kate, la dejó por otra mujer, pero tampoco iba a agobiarla. Seguro que cuando llegara el momento se lo contaría.

La rubia se separó de su madre para ir por los postres mientras que ella se encargaba de los últimos picoteos. A decir verdad, no paró de pensar en Lena en ningún momento desde que discutieron ayer. Intentó no darle tanta importancia, pero no podía evitarlo.

Aunque la pelinegra había sido cruel, ella había sido una sanguinaria. Lo supo por su última mirada llena de dolor e ira que le echó antes de marcharse por la puerta. Estaba en un sin vivir sin saber la razón, de por qué ella estaba así, por qué había reaccionado de tal manera si ella no paraba de decirle que no le importaba lo más mínimo y posiblemente nunca lo sabría porque la pelinegra había dejado claro que había roto la relación.

Suspiró agarrando el carro con fuerza y anduvo rápidamente, como si correr fuera a despejar su mente mientras observaba las ruedas girar, pero tuvo la torpeza de chocar con el carro de otra persona en un cruce del pasillo, ganándose un quejido de la mujer.

—Oh, Dios mío, lo siento mucho —se disculpó Kara inmediatamente mientras la señora agitaba la cabeza.

—¿También iba a por la última tarta de calabaza? —hizo una mueca y la rubia levantó la cabeza hacia la dirección de los postres.

—Podría decirle que sí, pero no fue la razón por la cual choqué con usted —contestó con sinceridad volviendo su mirada aquella mujer y esta ladeó la cabeza sin comprender—. Es decir, estaba distraída con mis cosas que no me fijé en el camino. Lo siento mucho —se disculpó nuevamente y la señora sonrió.

Se nos da bien odiarnos | Supercorp (Kara G¡P)Where stories live. Discover now