Capítulo 30

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—Joder, Lena...

—Más fuerte, por favor, estoy tan cerca...

La rubia apretó su espalda con una mano entre que la otra bailaba entre sus nalgas, premiándola con unos cuantos azotes al escuchar sus gemidos pornográficos dirigidos a ella a su nombre. Movió sus caderas con más ímpetu al igual que lo hacía Lena, recibiendo las fuertes embestidas tal y como le pedía amablemente a la rubia.

Dios, esto le encantaba cada vez más. No le importaría arrodillarse en cualquier sitio si Kara se lo pidiese hasta con una sonrisa burlona. Estaba hipnotizada y hechizada, le ponía tan cachonda que era irresistible. Le hacía viajar a otro mundo que no pensaba más que en ella follándola fuerte contra el colchón. O contra cualquier sitio en realidad.

Lena apartó su mano de su espalda y arqueó hacia atrás hasta arrodillarse para apoyarse y sentir el cuerpo caliente de Kara. La rubia esta vez rodeó sus manos sobre su cuerpo, pellizcando su pezón que ya le estaba saludando mientras sus manos se deslizaban por sus caderas hasta su humedad, conquistando su clítoris sin aminorar los duros empujones de su cintura.

No podía contener los gemidos. Le hacía sentir tan bien que sentía como empapaba la mano de Kara con sus fluidos. Los colmillos de la rubia se hincaron en su cuello y Lena no contuvo en pasar las manos por encima de su cabeza para agarrar el cabello de la rubia mientras pedía entre jadeos que fuera más fuerte.

—Lena, no puedo aguantar más... —susurró mordiendo su lóbulo de la oreja, excitando aún más a su compañera.

—Hazlo, joder... No sabes cómo me pone que lo hagas...

Sin nada más que añadir, Kara se detuvo empujando a Lena nuevamente sobre el colchón y reanudó los movimientos aún más fuertes, haciendo que la pelinegra jadeara de placer, corriéndose en el acto. La rubia, al sentir su miembro resbaladizo que salía y entraba sin dificultad, no pudo evitar contenerse y llegó segundos después al clímax.

La rubia respiró hondo después de gemir y salió dentro de ella delicadamente. Palmeó su trasero suavemente de broma, aunque premiándola en haber hecho un buen trabajo y observó como Lena se tumbaba en el acto y la rubia no se quejó a pesar de que estaba manchando sus sábanas cuando expulsó todos los fluidos.

***

—Creo que me merezco una ducha... —exhaló Kara satisfecha, agitando su cuello y hombros.

—Y yo, pero creo que me has partido las piernas... —confesó Lena sobre la almohada.

—Vaya, cuánta amabilidad de mi parte. Te habría partido también los brazos, ¿sabes? —bromeó levantándose de su cama, estirándose en el proceso.

—Hum... Tú hazte la graciosa, pero ahora te ordeno que me lleves a la ducha cuando acabes...

—Oye, que yo también me he quedado sin fuerzas, bonita.

—Si lo haces... —susurró observándola de soslayo con una sonrisa traviesa y mirando su cintura—. Te lo compensaré de la mejor manera posible.

Era una oferta tentadora, claro. Kara lo habría aceptado sin dudar. Sin embargo, se cruzó de brazos y frunció el ceño.

Obviamente Kara se iba a destrozar, pero la pelinegra era tan irresistible que no podía decirle que no para aliviarle aquella tensión sin sentido cuando se lo pidió en su casa. Ni siquiera preguntó, solo asintió con la cabeza y se dirigieron su hogar.

Cuando llegaron no fueron tímidas al comenzar la acción, cerrando la puerta tan rápido como dejando sus chaquetas en el suelo. A pesar de que Chico había saludado intentando ponerse en medio, y después de que no lograse su atención, observó tumbado en su cama, el sofá fue el primer escenario, aunque solo fueron roces y toqueteos traviesos junto a besos apasionados y húmedos.

Se nos da bien odiarnos | Supercorp (Kara G¡P)Where stories live. Discover now