Capítulo 11

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Solo pasó una semana y media donde Kara y Lena volvieron a su rutina de odio. Por mucho que le doliese lo que la rubia le escupió en su día, no podía evitar buscarle la cara para enfrentarla; como si quisiera escarbar en su vida y lograr su venganza. O quizá porque ella era la única que le entretenía el día, pero nunca lo admitiría.

Tuvo su riesgo después de lo que pasó en el supermercado, pero para su sorpresa, la rubia no comentó nada sobre lo ocurrido. Ni insinuó nada de su familia, ni hermano o madre ni de lo que pasó. Ni siquiera se burló indirectamente, cosa que le extrañó ya que tenía todas las papeletas para sacarla de quicio. Era como si jamás hubiera existido aquel encuentro.

Y bueno, ella tampoco iba a mencionar sobre eso porque no quería darle hinca pie a ello.

Kara en realidad recapacitó. Odiaba a Lena al igual que ella lo hacía, pero prefería que se trataran como al principio que como si de verdad fueran a matarse y eso hizo que no soltara ningún comentario sobre lo que pasó. Sus madres tenían razón; ya eran adultas como para andarse con tonterías de niñas pequeñas delante de todo el mundo.

Incluso le dio la razón a Cat que le había llamado la atención un par de veces más (incluyendo que todavía les debía ese informe que nunca llegó a su mesa), recordando de que debían comportarse cordialmente delante de sus alumnos y de terceras personas. Por primera vez, Lena parecía que lo entendía y que estuviese de acuerdo ya que todos los insultos y burlas fueron cuando estaban a solas.

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—Lena, por favor, pareces un chicle pegado a mi trasero —suspiró Kara entrando en la sala de profesores junto a la pelinegra para disfrutar la hora de descanso que tenían juntas.

—Dejaré de ser un chicle pegado a tu trasero cuando dejes de irrumpir en mi clase para sacar a los alumnos y discutir sobre temas de literatura. Es mi clase, no la tuya —gruñó Lena yendo a su sitio y dejando sus libros de texto en la mesa.

—¿Acabas de afirmar que eres un chicle pegado a mi trasero? —se burló la rubia con una sonrisa ganándose la mirada fulminante de la pelinegra.

—No te desvíes del tema —apoyó sus manos en la mesa antes de sentarse, ignorando su pregunta y Kara soltó una pequeña risa mientras dejaba su materia en su escritorio.

—¿Acaso estás enamorada de mí, profesora Luthor? —se echó a reír ganándose la mirada asesina de Lena.

—¿A qué viene esa pregunta? ¿La única neurona que te funciona hace que digas más estupideces? Porque pobre de ti y de los que te rodean por aguantarte —espetó con gracia haciendo que la rubia apretara los labios.

—Bueno, no es mi culpa. Es lo que insinúas. Me has seguido en todo el día —razonó convincente y Lena suspiró.

—De verdad, ¿eres idiota o masticas agua? Porque no lo entiendo —se burló girando su silla hacia ella y Kara le echó una mirada de odio—. Es que te acabo de explicar porque te he seguido todo el rato y me saltas con tonterías sin ninguna lógica —sacudió la cabeza mientras volvía y abría su libro y Kara rodó los ojos—. Así que, ¿tanto te cuesta esperar a que toque el timbrecito? Ahí podrás hacer lo que te dé la gana.

—Es que, como tú has dicho, soy idiota y las idiotas ignoran las órdenes y peticiones de las estúpidas —alzó las cejas y Lena levantó la vista y entrecerró los ojos, agitando la cabeza.

—¿Acabas de afirmar que eres idiota?

—Mierda... —susurró rascándose la barbilla y evitando los ojos de la pelinegra—, esa frase sonaba mejor en mi cabeza —murmuró Kara y miró a la pelinegra que tenía las cejas arqueadas—. Pero realmente no entiendo por qué te cuesta tanto. Son solo cinco minutos, luego vuelven a tu clase.

Se nos da bien odiarnos | Supercorp (Kara G¡P)Where stories live. Discover now