Capítulo 4. Preocupaciones.

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Lia 

El agua se sentía tan bien después de eso. No sé cuánto tiempo llevaba aquí debajo de la ducha. Refregué mi pelo con el champú. Estaba por enjuagarlo cuando oí la puerta del baño abrirse. Tapé cómo pude mis partes a pesar de la cortina que me cubría.

 —¿Zacha? — pregunté.

—Sí — contestó él.

Suspiré aliviada, no sé por qué temí que fuera alguien más. Este era el baño continuo a su habitación.

—¿Qué te dije sobre esperarme fuera? — le espeté mientras recordaba una situación parecida a esta unos meses atrás. Todo era distinto en ese entonces.

La cortina de baño se abrió de repente y antes de que pudiera soltar un grito Zacha tenía su boca sobre la mía. —Shhh, no grites. Este es  baño y mi novia está desnuda en él. ¿De verdad piensas que me iba a quedar fuera esperando cómo un tonto?

Reí ante su respuesta. Lo miré fijo y la vista de él desnudo delante de mí y con el agua aún cayendo hizo que se me secara la boca. Tragué y me sonrojé. Aparté la mirada.

—Tengo que bañarme— dije nerviosa. —Espera tu turno. Luego te bañas tú.

—¿Y por qué no hacerlo contigo aquí? — Puso su mano en mi cintura y me apretó contra él. Mis senos quedaron apretados contra su pecho. Tomé una fuerte bocanada de aire. —Podría ser divertido.

Y lo fue.

Luego de la mejor ducha de mi vida (tenía que reconocerlo), Zacha me llevó a casa. Ya se hacía de noche y mamá se enojaría si no iba pronto. Mañana tenía clases. Otra vez. De verdad que odiaba la escuela. Maldición, que si fuera fin de semana me hubiera quedado.

Mamá estaba en la cocina preparando la cena en cuanto entré. Tiré mi mochila a un lado y me desplomé en una de las sillas de la cocina. Hoy había sido un día muy agotador.

—¿Estás bien? — me preguntó mamá mientras abría el refrigerador y sacaba la jarra de jugo. Me sirvió un vaso.

—Gracias— dije y bebí un trago. —Sí, estoy bien… cansada. Hoy fue un día ajetreado.

Mamá sonrió y levantó las cejas hacia mí. —Me imagino. La comida ya estará lista, comes y puedes irte a derechita a dormir.

Estaba asintiendo de acuerdo cuando entendí lo que quiso decir mamá. —¡No! No fue por eso — me sonrojé. —¡Mamá!

—¿Qué?

—Mente sucia.

Rió. — Claro, ¿ahora esperas decirme que luego de no verse por diez días sólo hablaron se besaron y abrazaron?

—Bueno… Pero no es por eso que estoy cansada — mentí. En realidad si era por eso, pero también tenía cansancio mental. Mucho cansancio mental. —Es cansancio mental.

—Oh, no me digas que se pelearon.

—No, no. Es… otra cosa.

Mamá me pidió que pusiera la mesa y una vez hubo acomodado todo y servido la comida dijo: —Entonces dime, ¿qué es lo que pasó?

Y le conté. Todo. Mi mamá escuchó sin interrumpirme ni una vez. Su ceño se fruncía cada vez más a medida que avanzaba mi relato. Cuando terminé me encogí de hombros y la miré. —¿Tú qué piensas?

— No puedo creer que una madre sea capaz de hacer eso. Yo jamás podría habértelo hecho a ti — suspiró.

— Lo sé — dije y tomé su mano para darle un apretón.

Dime que aún me amas.Where stories live. Discover now