Capítulo 6. Engaño.

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Zachariah

A veces, era un estúpido de verdad. Cómo ahora.

—Por favor deje el brazo quieto —repitió la enfermera.

Respiré hondo y giré mi cabeza hacia la ventana. Odiaba la extracción de sangre. No odiaba las agujas, sólo odiaba que me sacaran sangre. Demonios, sentía cómo si tuviera a Drácula chupándome la sangre allí. ¿Acaso era el único que sentía cómo le extraían la sangre?

—Respire hondo y largue despacio — volvió a decir la enfermera por tercera vez.

Esta vez le hice caso. Eso de "respire hondo y largue despacio" se supone que es un método para que duela menos, pero yo sentía igual. Cuando la enfermera puso el algodón y me dobló el brazo pareció que había pasado una eternidad. Cómo si el asiento me estuviera quemando me levanté de él y me puse en la otra punta de la habitación.

—Ahora es el turno de la pequeña.

Cerré mis ojos con fuerza. Pobre criatura. ¿Era necesario todo esto? Maldito juez.

Mi mamá se sentó con Sabri en sus brazos y la enfermera tomó su brazo. Cerré mis ojos. Esperé un llanto, un grito, algo, pero no sucedió nada. Volví a abrir mis ojos en el mismo momento que la enfermera decía:

—Ya está, y ni siquiera lloró. Qué buena niña.

Fulminé a Sabri con la mirada y le saque la lengua. Ella sólo me miraba como diciendo "yo no hice nada".

Los tres salimos de la habitación con un pase para mí para la expendedora de cafés. La extracción de sangre se hace en ayuna y me moría de hambre. Lia nos esperaba afuera.

—¿Cómo le fue? — preguntó tomando el pase de mi mano y pidiendo un café por mí.

—El niño lloró y la niña no —explicó mi madre con diversión en su voz.

Maldita sea, ahora lo que faltaba era que me dejara como un cobarde delante de mi novia.

Lia se volvió con el café. —¿Ah sí? — dijo ocultando una sonrisa.

—No te rías —refunfuñé.

—Es imposible no hacerlo — terminó con una risa. — Ella tiene dos meses, tú veinte años.

Le arrebaté el café de las manos y me senté en la sala de espera para beberlo.

Lia se sentó a mi lado. Acercó su rostro al mío. Yo seguía mirando hacia el frente y bebiendo mi café.

—No te vas a enojar... ¿verdad? — preguntó.

—No.

Rió y me dio un beso en la mejilla. —No te enojes.

Rodé los ojos.

—No estoy enojado.

A todo esto mi mamá reía silenciosamente.

—¿Terminaste tu café? Es hora de irnos.

—Vámonos.

Nos marchamos a casa en taxi, ya que no podía manejar y mamá tenía a Sabri en brazos, en realidad sí podía pero me lo había prohibido por el tema del ayuno, bla, bla; y por otro lado, Lia no sabía manejar. Algo que tendría que enseñarle.

Al llegar a casa mamá dio órdenes a nuestra cocinera para que nos prepare un buen desayuno a todos y nosotros nos sentamos en la sala. Sabri dormía plácidamente en su cochecito a mi lado mientras yo la miraba.

—¿Puedes creer que ya hace un mes que está con nosotros? — pregunté suavemente a Lia.

Soltó una suave risa. —No, no lo parece. Es un ángel, no ha traído ningún problema.

Dime que aún me amas.Where stories live. Discover now