Capítulo 7. Pequeña personita.

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Lia

Es increíble lo rápido que pasa el tiempo cuando hay un bebé en tu vida. Tu vida se empieza a basar en; pañales, tu novio; biberones, tu madre; llanto, tus amigas; risas... Y así. No puedo creer lo rápido que pasaron estos meses. Sabri estaba enorme, gordita y cachetona. Ya había empezado a comer algunas papillas y ya había podido comenzar a sentarse sola. Tiene unos cinco meses ya. Estaba enorme.

Yo casi que no tenía tiempo con mis amigas, Sabri parecía que fuera mía en cuanto tanto que la cuidaba. Elizabeth no tenía mucho tiempo para estar con ella, andaba ocupada con Zacha trabajando juntos con la empresa. A Zacha pocas veces al día lo veía y mamá comprendía cuando me quedaba a dormir a su casa. Recuerdo que el otro día ella me dijo "Pareciera que están practicando para cuando sean padres" , me sonrojé y le grité diciéndole que no moleste con esas cosas.

Últimamente estaba muy ocupada, tenía las últimas semanas de clases encima más las pruebas y los profesores, no nos daban respiro. Está bien que es nuestro último año y nos están preparando para la universidad, pero mi mano ya dolía de tanto copiar trabajos. Mar y Nare se habían venido a la casa para poder terminar este trabajo y otro más juntas mientras cuidábamos a la bebé. Nare se encontraba mucho mejor. Al final todo ese lío con Franco fue sólo un mal entendido de parte de ella. Lo que sucedía era que él y su familia se mudaban lejos y él no quería hacerla sufrir con el tema de las relaciones a distancia. Nare lo descubrió yendo a enfrentarlo a su casa, lo encontró mudándose y ahora no despega los ojos del celular esperando un mensaje suyo. Está triste por no poder verlo, pero el que no haya otra y sigan juntos hizo que estuviera bien.

—Les juro que odio el colegio, lo odio — gruñó Mar tirando la lapicera sobre la mesa. —Estoy harta, a mi mano le van a salir ampollas.

—Tenemos que terminarlo — dije yo sin levantar la mirada y seguí copiando.

—Lia, tomémonos un respiro — suplicó Nare.

Gruñí y acepté. Mi mano dolía. —Está bien, voy a poner la pava, necesito té — dije y me levanté de mi sitio, pasando por la cuna de Sabri y sonreí al verla dormida. Era la hora de su siesta. Al llegar a la puerta de la cocina Mar gritó.

—¡Yo quiero un café!

Corrí de vuelta. —Cállate que la niña duerme, idiota.

—Ups.

Nare le pegó en el brazo regañándola mientras yo me fijaba si Sabri seguía durmiendo. Lo hacía. Qué buena niña. Volví a la cocina y preparé dos tés y un café.

Estábamos tomándonos ese descanso y charlando de nuestras vidas. Mar contándonos como Eddie le dedico una tierna canción, Nare refunfuñando porque Franco no podría verla esa semana y yo contándoles lo de siempre, todo iba bien con Zacha, la bebé hizo esto, aquello, y nuevas noticias sobre el casamiento de mi madre. ¡Sí! Había dicho que sí y mi madre se iba a casar. ¿Increíble no? No, era creíble.

Les estaba contando sobre los vestidos que mi madre le había echado un ojo cuando sonó el timbre de la casa. Fruncí el ceño pensando en quién podría ser... Elizabeth y Zacha estaban en la empresa, yo no esperaba a nadie así que... ¿quién podría ser?

Nare se levantó dispuesta a abrir la puerta y la dejé esperando algo inquieta en mi asiento.

—¿Quién eres tú? — oí que preguntó.

—Soy Cecilia, ¿se encuentra Lia? — contestó una voz que se me hacia conocida.

Al oír ese nombre me levanté como un resorte. Corrí hacia la puerta y empujé a Nare de allí. Vete, le modulé con los labios, ella frunció el ceño pero asintió y se marchó.

Dime que aún me amas.Where stories live. Discover now