Capítulo 8. Caos.

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Mi plan con Cecilia fue bien durante los próximos días. Pude ocultar bastante bien esta mentira y sabía que estaba posporgando a propósito la charla con Zachariah. Pero es que no podía hablar con él. ¡Estaba tan frustrado con todo esto! Como para meterle otro problema más a la cabeza. Todo el asunto con el juez era bastante complicado. Elizabeth tenía unos conocidos y gracias de algunas charlas y algunos toques de parte de ellos era que la niña estaba con nosotros. Usualmente hasta que no se encuentre a la madre ella debería estar en un hogar a pesar de que haya pruebas de que Zacha es su familia... La imaginación de eso en mi cabeza era demasiado. ¿Cómo haría ella ahí? En fin. Zacha quería que todo esté perfecto con la niña y si le contaba que Cecilia había aparecido otra vez, que había visto a Sabri, que la seguía viendo, entraría en pánico. ¿Qué pasa si el juez decide que la bebé tiene que estar con su tía y su abuela? No entendía muy bien como era todo el asunto judicial, pero preguntas como esa iluminan mi mente y sé que Zacha se volvería loco. Así que callé.

Escuché unos lloriqueos y supe que Sabrina estaba despierta. Era hora de su cena. 

Yo prácticamente me había mudado a lo de Zachariah. Iba algunas veces a mi casa, pero usualmente me quedaba a dormir aquí y Zacha me llevaba al colegio. Maldito colegio. ¡Ya no veía la hora de acabar! Quería vacaciones... Quería mi viaje con mis amigas... Quería... Descanso. Pero eso no sería posible, al menos no las próximas cuatro semanas.

Calenté el biberón a baño María para Sabri y se lo lleve. Estaba tan grande que ya estaba intentando sentarse sola, así que no me sorprendí cuando la vi medio sentada en su cuna.

Coloqué el biberón en la mesita y la tomé en mis brazos. Balbuceó un poco y escupió toda la saliva encima de mí. Rodé los ojos. Ya estaba acostumbrada. La senté en mi regazo y le di el biberón. Se lo bebió en un santiamén.

Y justo entonces sonó el timbre de la casa. Ya hace más de dos semanas que Cecilia estaba viniendo a visitar a Sabrina y en una de ellas hasta trajo a su abuela, Sabrina, por quien la pequeña tenía ese nombre. Era una mujer muy sabia y dulce que se desvivía por sus nietas. Le había traído un par de escarpines para Sabri que yo tuve que decir que los había comprado yo para que Zacha no sospechara nada... Ocultarle esto era duro. En fin, Cecilia era una buena chica, y hasta puedo decir que le tomé algo de cariño. Charlábamos mucho cuando venía, sobre su vida, el colegio, su vida con Marsha...  Es increíble que esa chica extrovertida con ganas de vivir y buena hermana se haya convertido en una mujer que es capaz de abandonar a su hija.

Pero es que es así. Nuestras decisiones nos definen. Las decisiones que tomamos son lo que nos hacen ser quienes somos. Yo tomo la decisión de que me guste el helado de chocolate y eso me hace una chica que le guste lo dulce. Un ejemplo tonto, pero se entiende.

En la puerta estaba Cecilia una vez más con una bolsa de tortitas en su mano. La dejé pasar con una sonrisa y preparé unos té. 

No fue hasta un par de horas más tarde cuando el caos se desató.  Estábamos tranquilamente hablando mientras Cecilia jugaba con la niña cuando la puerta principal de la casa se abrió sobresaltándonos.

—¿Qué haces tú aquí? — sentí el gruñido en la voz Zacha antes de verlo quitándole a la bebé de los brazos de Cecilia. 

¿Qué hacía él aquí? No tendría que llegar a casa hasta luego de unas cuantas horas. Se suponía que estábamos en horario seguro.

—Zachariah, por favor, déjame hablar — escuché la suplica de Cecilia. 

—¡No! Aléjate de nosotros y aléjate de Sabrina — gruñó incomprensible. Entendía que estaba enojado, pero tenía que ser coherente y dejarla explicarse. ¡Era sólo una adolescente! 

Dime que aún me amas.Where stories live. Discover now