Prólogo

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No tenía más fuerzas para correr pero la adrenalina que corría por sus venas no dejaba que se detuviera. Su respiración era agitada, su ropa se encontraba manchada y rasgada, estaba en un estado deplorable.

La oscuridad era el único testigo de todo lo que estaba pasando, del plan que esas dos personas idearon y en ese momento estaban llevando a cabo.

Desgraciadamente una persona que no tenía nada que ver se vio envuelta y algo salió mal, había escapado. Ahora ella estaba corriendo en la solitaria noche, sin rumbo fijo.

Ninguna de las luces que rodeaban las calles estaban iluminando el lugar y eso incrementaba la oscuridad. Era el escenario perfecto para una noche de terror.

Una sonrisa apareció en su rostro, le divertía ver el terror en su cara, le encantaba ver cómo su presa escapaba pensando que tenía alguna posibilidad de sobrevivir, pero no era así.

Todo estaba pensado de manera maquiavélica, en aquel lugar nadie saldría a ayudar a aquella persona, nadie hablaría de los gritos que se escucharían esa noche, nadie los delataría.

Se mordió los labios, escuchaba su jadeo cansado, las pisadas, el llanto, sentía que el éxtasis estaba en su punto máximo, ya no podía esperar más.

Al otro lado de la calle, otra persona miraba todo con aburrimiento. No entendía que podría tener de excitante torturar a alguien, jugar hasta acorralarlo y luego humillarlo; pero incluso sin llegar a entender eso podía entender a la perfección el sentimiento de matar a alguien, de sentir el poder de que en tus manos está la vida de otra persona.

Miraba todo de lejos, esperando el momento perfecto en el cual él entraría. Ese momento sería en el final, cuando la otra persona terminará de jugar con su preciada presa.

Estaba corriendo como nunca antes lo había hecho, el corazón le latía tan rápido que sentía que en cualquier momento podría salirse de su pecho. No le importaba en lo más mínimo el ruido que podría estar llegando a ocasionar, solo tenía una meta en ese momento y era lo que tenía que cumplir.

Sobrevivir era lo único que pasaba por su cabeza; hace unas horas nunca hubiera imaginado que una noche en la que, se suponía, tenía que disfrutar, terminaría en un barrio de mala muerte y corriendo por su vida.

Para su mala suerte, su condena fue firmada en el momento en el cual los conoció a ellos dos, cuando bebió con ellos, cuando decidió salir por la puerta del bar con ellos detrás.

¿Quién podría imaginar que una invitación a un trío terminaría de la peor forma?

Tal vez una persona coherente no hubiera aceptado la propuesta de dos desconocidos, teniendo en cuenta el lugar en el que los conoció, una persona coherente ni siquiera hubiera aceptado tomar un trago con ellos.

Ya se había cansado de tanto correr, la excitación y la emoción estaban siendo reemplazados por el enojo e impaciencia.

—¡Deberías rendirte, nadie te ayudará! —Gritó con todas sus fuerzas.

Sabía que estaba escuchando, como también sabía que se había detenido. Sonrió y empezó a caminar con paciencia hacía el lugar en el cual, sabía, se encontraba.

—Pobre alma triste —Gritó con una fingida tristeza—, teniendo que ahogar tus penas en alcohol y sexo con desconocidos —A medida que se acercaba iba bajando el volumen de su voz—. Esta vez aprendiste la lección que las madres siempre dicen: "Nunca te vayas con desconocidos", solo que un poco tarde.

Tenía tanta consternación que dejó de prestar atención a su alrededor, la voz que escuchaba era hipnotizante y hacia que solo le prestará atención a ello. No se dio cuenta cuando estuvo detrás, no hasta que susurró en su oreja.

La vida de Lilith (Borrador)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt