Capítulo I

10 3 15
                                    


Al principio en eso se basaba todo a nuestro alrededor, matar. Muchas veces por trabajo, otras simplemente por diversión pero siempre, al final del día, todo giraba en torno a ello.

No me molestaba, de hecho era algo que me gustaba y emocionaba, me excitaba tener el poder de terminar con la vida de otras personas, hacía que me sintiera poderosa y que ellos eran insignificantes a mi lado.

Matar era lo único que conocía desde que tenía uso de razón, hasta podría decir con total seguridad que esa era mi razón por la cual vivir.

No tenía remordimiento alguno por las muertes que causé, de cada una de ellas conservaba algún recuerdo, algo así como un trofeo de guerra. Tal vez pienses que estoy mal de la cabeza o no tengo empatía respecto a los otros, pero cuando llegues al final sabrás porque me importa un carajo lo que pienses de mí.

Siguiendo con el pequeño relato sobre mí, conocí a Nuriel y a Nox cuando tenía diez años. Recuerdo que aquel día lluvioso estaba vagando por la ciudad, luego de recibir una gran paliza de parte de mi madre, por alguna razón me detuve frente al ventanal de una librería cuando escuché los gritos de dolor de un animal.

Mi curiosidad fue mucha, atrapó por completo mi atención aquellos chillidos de dolor, seguí el sonido hasta un callejón a unos pocos metros de la librería y allí me encontré con ellos dos.

Eran dos niños de trece años, altos, sucios, despeinados, con ropas viejas a punto de romperse por todos lados de lo desgastadas que estaban. Estaban tan concentrados en torturar al pequeño gato que no se habían dado cuenta de mi presencia.

Me acerque de a poco, lentamente. Al momento en el que me escucharon caminar ya estaba a pocos pasos de ellos. Me miraron con confusión, desconfianza y enojo. No me intimidaron, de hecho me fascinaron cada vez más.

Pude detallarlos, uno era un poco más alto que el otro, uno tenía los ojos de color pardo mientras que el otro los tenía de color ámbar, uno tenía el cabello castaño claro y con ondas mientras que el otro tenía el cabello negro azabache y lacio.

—¿Qué es lo que quieres? —Preguntó de manera brusca el más alto.

Automáticamente mis ojos fueron al pequeño gato que estaba en el suelo, desangrándose. Lo tenían atado a una madera con clavos, el animal en ningún momento dejó de chillar por el dolor.

Se dieron cuenta de lo que estaba mirando y rápidamente taparon el desastre poniéndose delante. Los miré a los ojos, uno se veía desafiante, preparado para pelear, el otro se veía asustado, nervioso.

Lamí mis labios, no podía creer lo que mis ojos estaban viendo. La fascinación que sentí en ese momento fue algo que solo experimenté pocas veces en mi vida.

—¿Puedo jugar con ustedes?

La pregunta los desconcertó, en ese momento no entendí porque me miraron con confusión pero ahora lo sé.

¿Una niña de diez años queriendo torturar a un pequeño animal? Para una persona normal, el solo pensarlo era perturbador pero para mí y para ellos era una oportunidad única.

No muchas veces sucedía algo así, no todos los días te encuentras con alguien igual a ti en las calles, con los mismos gustos y que no te juzgue o te vea raro por ellos.

La vida de Lilith (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora