Capítulo IX

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Tomó tiempo que ellos se recuperaran, no fuimos a ningún hospital debido a la gravedad de las heridas y los curiosos policías, si llegábamos a algún hospital con dos hombres con herida de bala tendríamos que dar muchas explicaciones y ellos tratarían de meter sus narices, era mejor ahorrarnos eso.

Fue muy difícil pero conseguí tenerlos en cama durante todo el tiempo que tomó la recuperación, llegó un punto en el cual los dos estaban hartos de estar acostados y tener que verse las caras tanto tiempo, a mí me resultaba gracioso verlos enojados.

La persona que me ayudó a tratar sus heridas se llamaba Aleix Sofich, un doctor que tenía sus años encima, era uno de los hombres de confianza de Gustav. Lo conocimos en uno de nuestros trabajos en donde muchos de los soldados de Gustav quedaron mal heridos, fue Aleix quien se encargó de aquellos que tenían heridas de gravedad.

Por el afecto que Gustav sentía hacia nosotros, y por el sentimiento de debernos un favor por salvar a su hija, en cuanto se enteró de que Nos y Nuriel estaban heridos envío a Aleix.

Fue una sorpresa encontrar al pequeño y regordete hombre en la puerta de la casa, con su maletín en una mano y una sonrisa risueña.

—Gustav me mandó —Fue lo primero que salió de su boca.

Lo lleve a la habitación, en aquel momento no pude ni siquiera burlarme de Nuriel por lagrimear cuando Aleix sacó la bala de su hombro o de Nox cuando le limpiaban las heridas y hacía muecas.

Para suerte nuestra, Gustav se había enterado rápido de lo que había pasado y mando a Aleix sin perder tiempo, lo que siempre me resonó en la cabeza fue el cómo se enteró tan rápido.

Acompañé a Aleix, quien iba con una sonrisa amable, hasta la puerta.

—Limpia sus heridas dos veces al día, a la mañana y a la noche. Si sienten insoportable el dolor, ve a comprar esos medicamentos —Me paso tres recetas distintas—, en la parte de atrás de la hoja escribí las indicaciones de cada medicamento.

—Muchas gracias, Aleix —Dije sincera—. Te juro que nunca olvidaré esto y cuando necesites algo, cualquier cosa, puedes venir aquí.

—No te preocupes, cuidar de heridos es mi trabajo —Dijo restándole importancia—. En unos días estarán mejor y verás que su recuperación será rápida.

—Adiós, Aleix.

Me tocó hacer de enfermera, cosa que no les molestó para nada a los chicos. Estuvimos una temporada sin matar a nadie, teníamos dinero ahorrado por lo que no nos preocupó ese tema, lo único que tenía en mi cabeza era que ellos se recuperarán.

Nox estaba frustrado y enojado, no podía perdonarse haber caído en una trampa tan evidente como aquella y tampoco haber arrastrado a su hermano allí. Nuriel no estaba mejor, estaba decaído y enojado todo el tiempo, se sentía un inútil por no poder haber protegido a su hermano y que resultarán heridos los dos.

No sabía qué hacer, aquello nunca nos había pasado. Nox se encerró en sí. Nuriel, en cambio, se apoyó, aún más, en mí. Eran el perfecto ejemplo de cómo los humanos reaccionamos de distintas maneras a una misma situación.

Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, tres para ser exactos. Llegó el cumpleaños de mis chicos. Ellos seguían con el mismo malhumor por lo ocurrido, pero yo había decidido cambiar eso, no podía dejar que siguieran estancados allí.

Lo preparé todo y me aseguré de que fuera perfecto, lo hice a escondidas de ellos, claramente.

—¿Y esto? —Fue lo primero que preguntó, extrañado, Nox.

Nuriel estaba a un lado de su hermano, mirando toda la cocina con el ceño fruncido.

—No me digan que lo olvidaron.

La vida de Lilith (Borrador)Where stories live. Discover now