Epílogo

1 0 0
                                    

—Lamento no haber podido contarles todo con lujo de detalles —Miré a todas las personas que tenía frente a mí— pero si hiciera eso esta entrevista se haría eterna —Sonreí.

—Disculpe —Una mujer de cabello castaño se puso de pie—, después de escuchar atentamente su relato.

—Lo cual agradezco —La interrumpí.

—¿Podemos asumir que esta es una confesión de sus crímenes?

—Claro que no —Volví a sonreír—. Hace seis meses que me liberaron de prisión, hace seis meses que Nuriel Bianco está encerrado y, también, hace seis meses que Nox Bianco sufre torturas esperando el día en el que lo lleven a una maldita silla a terminar con su vida —Borré mi sonrisa—. Si yo estoy aquí , libre, es porque ellos están allá, encerrados.

—¿Entonces cuál es el motivo de todo esto? —Otro hombre se puso de pie y preguntó.

Lo medite unos segundos.

Ya pasaron dos horas desde que la entrevista empezó, desde que conté, sin muchos detalles, toda mi vida a estas personas totalmente desconocidas para que la puedan hacer pública.

La televisión estaba dando una transmisión en vivo y ellos estaban grabando todo para luego escribir alguna nota hablando mierda de mí, aunque no me importa mucho esa parte.

—El día que pagaron mi multa —Empecé a relatar nuevamente—, el día que me liberaron, ¿Saben qué fue lo primero que hice? —Todos aquellos reporteros me miraron con desconfianza— Fui hasta la casa de la familia Valente y le apunte a la cabeza con un arma a Allan Valente —Sonreí de solo recordarlo—, él me miró con lástima y me abrazo, ¿Alguno de ustedes sabe por qué lo hizo?

Se miraron entre sí, ninguno lo entendía.

A lo lejos, escondido entre las sombras, pude verlo a Allan. Me sonreí con cariño, puede que tal vez haya aprendido a quererlos en estos seis meses, después de todo se comportaron como una familia y me ayudaron a estar hoy parada aquí, frente a todos.

—Allan Valente me consoló porque sabía que ese día había perdido a las dos mitades de mí —Las lágrimas estaban a punto de salir—. Para ustedes nosotros somos solamente asesinos sin escrúpulos pero, la realidad que no quieren ver, es que somos igual que cada uno de ustedes y eso es lo que los perturba.

Me miraban en silencio, sin saber que decir, sin mencionar ninguna palabra.

—Nosotros sólo somos el resultado de la basura de todos ustedes —Los miré con odio—, ustedes nos crearon y cuando no nos acoplamos a su maldita sociedad nos escupieron en la cara para luego tirarnos.

Allan asintió con su cabeza, miré hacia mi derecha, donde un hombre estaba esperando alguna señal mía y le di la misma señal que Allan me dio a mí.

—Usted —Le hablé al hombre que había estado de pie—, me preguntó cuál era el motivo de todo esto, se lo diré claro para que pueda entenderlo. Para que todos aquí y afuera puedan entenderlo.

El hombre que anteriormente estaba a mi lado se movió hasta la puerta principal, la única salida de este lugar, y la cerró. Mire las ventanas, y al igual que la puerta, estaban cerradas. No había forma de que nadie en este salón pudiera escapar.

Las malditas ratas estaban atrapadas en una trampa con una carnada tan deliciosa que no se percataron de dicha trampa.

—El motivo es simple, venganza.

—¿Qué quiere decir?

—¿Acaso es estúpido? —Pregunté con burla.

Carlo, quien se encontraba escondido entre la gente, caminó hacia mí y de su traje sacó dos pistolas, dejándolas en la mesa en la que yo estaba sentada, luego se puso a mi lado.

La vida de Lilith (Borrador)Where stories live. Discover now