chapter three

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Sinceramente, James no sabía qué hacer con la situación en la que se había encontrado y si pensaba que Sirius iba a ser mejor, estaba definitivamente equivocado

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Sinceramente, James no sabía qué hacer con la situación en la que se había encontrado y si pensaba que Sirius iba a ser mejor, estaba definitivamente equivocado. Con la mujer derrumbándose en el suelo al ver la sangre, su pequeño perro gruñendo cuando alguien hacía cualquier intento de acercarse a su cuerpo, aquello se estaba convirtiendo en un lío más. Sin embargo, en medio de todo ello, Harry había encontrado una fuente de diversión mientras aplaudía y reía. Tal vez, como niño pequeño, no estaba captando las señales sociales de que era una situación estresante para todos los involucrados, pero al mismo tiempo, James estaba encantado de que su hijo no estuviera llorando o angustiado.

Evidentemente, Sirius se hartó de que el pequeño perro le ladrara y lo sometió con su varita, aturdiendo al perro que cayó con un aullido. James estaba a punto de regañar a su amigo por usar la magia en público, hasta que se dio cuenta de que la mujer que se había desplomado también llevaba una varita. Era una bruja, una que él nunca había visto antes, aunque no parecía ser mucho más joven que él o Sirius.

-No es un mordisco tan grave- evaluó Sirius mientras apoyaba el cuerpo de la mujer para que se sentara en sus brazos -nada más que un rasguño. Me pregunto qué la habrá hecho caer así.

-Creo que fue la sangre- respondió James mientras llevaba a Harry en brazos -tal vez quieras revisar la parte posterior de su cabeza, para ver si se golpeó al caer. ¿Crees que deberíamos llevarla a San Mungo?

-¿Qué? ¿Para que se rían de nosotros por no poder arreglar un simple arañazo? Vamos, Cornamenta- Sirius sacudió la cabeza -creo que podemos arreglar un pequeño mordisco de perro.

Sirius tenía razón, una herida tan pequeña era fácilmente solucionable, pero James se encontró envuelto en un torbellino de pánico. No sabía qué iba a hacer ella cuando finalmente se despertara, no todos los días alguien se encontraba con un animago en el parque y, desde luego, era raro que una mascota de la casa y un animago se enzarzaran en una especie de pelea. Antes de que Sirius pudiera remendar el lado de la cara de la mujer, ésta comenzó a revolverse, gimiendo mientras iba a levantar la mano a la nuca.

Al ver que su mano estaba ensangrentada por donde se había tocado el lado de la cara, por no hablar de su mejilla ensangrentada, James fue rápido con su varita, utilizando el encantamiento Tergeo para limpiar toda la sangre con la esperanza de que no se desmayara de nuevo. Sirius le siguió con Episkey para eliminar cualquier señal del incidente. Con la ayuda de Sirius, pudo mantenerse erguida mientras sus ojos revoloteaban un poco, tratando de enfocar la escena que la rodeaba.

-¿Estás bien?- James fue el primero en preguntar -Te has dado un buen revolcón.

-Uh, sí- respondió, pareciendo muy avergonzada de estar en el suelo -Yo, um, estoy bien. ¿Su hijo está bien?

Los dos adultos desviaron la mirada hacia el feliz Harry que estaba situado en los brazos de su padre y James recordó que había acusado al perro de la mujer de ir tras Harry durante el caótico momento.

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