chapter fifty-two

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Por mucho que James hubiera temido en un principio la idea de que Harry necesitara gafas, no podía negar que cuando volvió a ver a Harry, provisto de un par de monturas, eso hizo que un súbito calor se extendiera por su pecho

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Por mucho que James hubiera temido en un principio la idea de que Harry necesitara gafas, no podía negar que cuando volvió a ver a Harry, provisto de un par de monturas, eso hizo que un súbito calor se extendiera por su pecho. No es que Harry fuera capaz de reconocerlo, pero había muchas ocasiones en las que se parecía al difunto Fleamont Potter. Le hizo sonreír, porque aunque su padre no vivió lo suficiente como para conocer a Harry, James tenía ese consuelo de que Fleamont seguía vivo, en partes de él y en partes de Harry. Lo mismo con Euphemia, porque mientras todo el mundo afirmaba que Harry tenía los ojos de Lily o se parecía a su padre, era James quien podía señalar a sus padres con su hijo.

Como el pelo desordenado que todo el mundo suponía que era el pelo desordenado de James, sin embargo, James recordaba claramente que su madre se quejaba varias veces del "rizo perezoso" de Fleamont en la nuca. El mechón de pelo al que se refería era ondulado hasta que llegaba al final y luego creaba un rizo apretado que lo hacía sobresalir porque era más corto en comparación con el resto de su cabello.

Si Fleamont intentaba cortárselo, le volvía a crecer en el lapso de una noche, muy parecido al resto de su cabello y cuando James vio el mismo rizo en el cabello de Harry, no pudo evitar reírse. Sólo deseaba que Fleamont y Euphemia hubieran vivido lo suficiente como para conocer a Harry o pasar algún tiempo con él, porque sabía que habrían adorado todo lo relacionado con su nieto.

Aunque tal vez no les gustara su comportamiento de berrinche del que todos eran testigos desde que a Harry le habían puesto las gafas. No importaba lo firmes que fueran Renata y James con él, a Harry le importaba una mierda, realmente no quería llevar las gafas. En cada oportunidad, se las arrancaba de la cara y las tiraba al suelo. O si se quedaba solo un segundo, intentaba esconderlas por toda la casa. Sin embargo, sus planes siempre se veían frustrados porque, hiciera lo que hiciera, Renata o James siempre acababan encontrándolas en cuestión de segundos.

Intentaron ponerle una correa para que no pudiera quitárselos, pero sólo consiguió que Harry entrara en pánico al no poder quitárselos. Gritaba como un loco por todo el piso hasta que uno de los adultos cedía y se los quitaba. Pero no podían dejar que Harry ganara, Renata hizo notar que si dejaban que Harry ganara la batalla sólo iban a reforzar el comportamiento.

-Si seguimos dejando que se salga con la suya gritando y pateando, va a seguir haciéndolo cada vez que no quiera hacer algo- dijo Renata mientras James sostenía las gafas en la mano, una mañana tratando de convencer a Harry de que se las pusiera.

-¿Qué hacemos entonces?- preguntó James, mirándola con expresión perdida -¿Debería conseguir algunos dulces y ofrecérselos si se pone las gafas?

-No, James- dijo Renata con una pequeña sonrisa -eso es un soborno. No puedes empezar a sobornar a tu hijo de casi tres años. Sería diferente si trabajaras como una promesa.

-No entiendo la diferencia en este contexto- admitió -¿te importa explicarlo?

Asintió con la cabeza y se acercó, recogiendo un caramelo de la mesa y el par de gafas.

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