chapter eleven

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Rodeada de almas tan frágiles y cargadas de emociones, Renata se sentía bastante abrumada, además del estrés de no saber si James iba a estar bien

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Rodeada de almas tan frágiles y cargadas de emociones, Renata se sentía bastante abrumada, además del estrés de no saber si James iba a estar bien. Había una gran preocupación por él, pero gran parte de su preocupación cuando en lo que iba a pasar con Harry. Si Remus y Sirius apenas podían reunirse para una llamada nocturna, ¿qué pasaría si James no llegaba a casa enseguida? ¿Realmente se esperaba que ella se hiciera cargo de la rutina de Harry con la mínima ayuda de los demás o había alguien más que quizás James tenía en mente?

¿Tenía James más familia?

¿Lo hizo Lily?

Una parte de ella tenía miedo de preguntar, pues no quería ofender a nadie ni inmiscuirse en una historia personal que no le incumbía. Sin embargo, como niñera de Harry, sentía que en realidad era parte de su negocio porque sólo quería lo mejor para el niño en caso de que las cosas se pusieran bastante feas.

Sirius fue bastante cortés cuando se trató de la discusión de por qué él y Remus no se hablaban, pero al mismo tiempo, Renata que estaba muy cerca de cruzar una línea, hacia un lado que tal vez incluso él no era capaz de enfrentar todavía. Pensó que probablemente le convenía centrar toda su atención en Harry por el momento y ver cómo se desarrollaba la situación antes de ponerse nerviosa o meterse en problemas por nada.

Pero era realmente difícil para Renata no preocuparse por los asuntos externos de la situación porque podía sentir cada pequeña tensión, miedo y preocupación mientras todos intentaban tirar de ella en diferentes direcciones, pidiendo atención. Estaba rodeada de personas que sólo merecían la felicidad en sus vidas, pero que habían sido golpeadas por la pena a diario sin esperanzas de escapar de ella. Muchos otros probablemente se habrían alejado de la situación en ese momento, dándose cuenta de que era demasiado asumir ser un sistema de apoyo para tantos.

Sin embargo, era algo de lo que Renata no podía alejarse con una conciencia sana. Sencillamente, porque después de sentir sus emociones, sabía que si los dejaba en ese dolor, era como alejarse de un moribundo y ni siquiera molestarse en mirar por encima del hombro. De alguna manera, Renata sabía que tenía que arreglar las cosas para las personas que habían llegado a su vida de la manera más inesperada, porque si su pena y su dolor les hacía daño, a la larga iba a acabar matándola a ella.

Aquella noche en el salón, Renata descansaba en el sofá, con un Harry dormido contra su pecho. Le había estado contando el cuento de Babbity Rabbitty y su muñón cacareado, como le había pedido, cuando Harry le trajo el libro de Los cuentos de Beedle el Bardo. Nunca había leído ninguno de los cuentos de su infancia, ya que sus cuentos de hadas para dormir eran muy diferentes, pero aun así los disfrutaba. Hacía voces tontas para cada personaje, le ponía caras a Harry que él intentaba devolverle y, en general, trataba de contar una historia que él había escuchado un millón de veces antes de una manera que nunca había oído.

A Harry le encantaba e incluso Sirius parecía disfrutarlo también ya que se habían acomodado frente a Renata mientras ella lo leía. Pero finalmente, Harry había sucumbido al cansancio del día y se dirigió hacia ella. Subió por las piernas de ella y colocó su cabeza justo en su pecho, agarrando una mezcla de su camisa y un poco de su pelo en uno de sus puños para aferrarse mientras se quedaba dormido. Renata se quedó quieta, sin arriesgarse a despertarlo, pues sabía que Harry necesitaba dormir mucho.

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