Ha pasado más de un año desde el asesinato de su esposa, Lily, y James Potter desea cada día que sea simplemente una pesadilla de la que despierte. Desgraciadamente, no lo es, y tras su muerte, James se encuentra como padre soltero de su hijo, Harry...
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Millones de pensamientos pasaban por la cabeza de Renata hasta el punto de que era difícil pensar con claridad o incluso procesar lo que acababa de suceder. Sin embargo, mientras su mente no podía asentarse, definitivamente podía sentir el dolor en su pecho ya que todo lo que James había dicho era el equivalente a múltiples puñaladas. Pensó que, después del día anterior, todo se había solucionado y que no habría más problemas en torno al término "mamá", pero estaba muy equivocada. No fue sólo lo que dijo James lo que hizo que le doliera, fue la forma en que lo dijo lo que hizo que todo fuera cien veces peor. Le estaba haciendo ver a Harry que ella nunca sería su madre y sacar a colación a Lily era el factor que lo impulsaba.
En cierto modo, sabía que él tenía razón, ella no era la madre de Harry, por mucho que quisiera serlo. Pero la forma en que se enfadó tanto por ello, tanto como para arrebatar la pequeña pala de la mano de Harry y ponerse a gritar a su hijo en su cumpleaños, ella nunca habría previsto una reacción así. Pero él le dejó muy claro, que ella era "Renata" y nada más, ni siquiera la niñera en la forma en que él lo decía. Y aunque lo único que quería era dejar el piso e irse a otro lugar, Renata no se atrevía a dejar a Harry de inmediato.
La forma en que gritó cuando James intentó disculparse con él, vio el miedo en sus ojos porque su padre nunca había actuado de esa manera con él. Ella no quería que Harry se enfadara nunca, pero especialmente no en su cumpleaños. Se suponía que iba a ser su día especial y hasta ahora, parecía que se había arruinado. Mientras se dirigía al interior, pudo oír a Molly y Augusta llamándola, diciéndole que esperara para poder hablar con ella, pero se dirigió a la habitación de Harry y cerró la puerta.
Harry se sentó en su cama, llorando mientras su cara estaba roja y sus mejillas mojadas por las lágrimas. Ya había desarrollado el hipo que hacía que todo su cuerpo se sacudiera con cada uno. Acercándose a él, Renata se arrodilló ante Harry frente a su cama y colocó sus manos sobre sus rodillas.
-Harry, no tienes que estar molesto- le susurró -no tienes que llorar. No pasa nada. Tu padre sólo estaba siendo increíblemente tonto... malo... pero tonto. No está enfadado contigo, está enfadado conmigo. Es todo culpa mía y siento mucho haber arruinado tu cumpleaños. Eso era lo último que quería que pasara, quería que fuera perfecto para ti porque te lo merecías más que nada.
Estaba segura de que él no entendía nada de lo que le estaba diciendo, pero ofreciéndole una voz tranquilizadora en la medida de lo posible, esperaba que eso le hiciera dejar de llorar. Finalmente levantó la vista hacia ella, dejando que Renata forzara una pequeña sonrisa en su rostro mientras le limpiaba la cara con la manga.
-¿Ves? No llores- dijo ella, sólo para que Harry extendiera su pequeña mano y limpiara la lágrima perdida que ella había pasado por alto. Su labio inferior seguía temblando e incluso a través de su sonrisa, parecía que Renata iba a romperse en cualquier momento. Antes de que ninguno de los dos se pusiera a llorar, ella extendió los brazos y Harry se lanzó a abrazarla.
