|𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐃𝐄𝐍| 13

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Emilie

Estoy en la cocina a mitad de la madrugada, sentada en el piso al lado de la nevera cuando Dominic irrumpe, su cara es de pánico hasta que me localiza, tengo un pedazo de pollo en la boca, el cual me trago casi de golpe.

—¿Pasa algo? —pregunto llenándome de miedo.

—No estabas en la cama. —Jadea sin aire. Parece que ha corrido la maratón de su vida, solo tiene el bóxer negro cubriendo su cuerpo y empiezo a salivar observándolo. Es un dios de olimpo, no me cansaré de decirlo.

—Tengo mucha hambre y un poco de amargo en la boca —confieso.

—Son casi las cuatro.

—A tu hijo no le importa la hora —reviro, mordiendo un espárrago de los que he calentado. El piso está lleno de contenedores plásticos, con pollo, puré de papa, algunos vegetales y un tazón de helado.

—Mi hijo —murmura suavemente, para mi sorpresa se sienta en el piso frente a mí alcanzando el helado de chocolate y la cuchara. No le presto más atención, solo devoro todo delante de mí. He pasado un día más encerrada en estas paredes, al despertar no estaba a mi lado y luego en la noche llegó más temprano que de costumbre, deduzco que queriendo pasar tiempo conmigo, pero ha recibido una llamada y se marchó. Me dormí de cansancio y aburrimiento. Al despertar estaba a mi lado nuevamente.

—Tenemos Rusia —musita de repente cuando estoy levantando mi desastre del piso. Tengo solo un camisón rojo demasiado corto que deja ver mi tanga blanca. Dominic tiene la cuchara en su boca mirando mi culo.

—¿Cuál es el siguiente paso?

No quiero hacerle notar lo caliente que me pone esa mirada, porque estoy cansada de la rutina: sexo, comida, encerrada... Es el nuevo círculo de mi vida, añadiéndole peleas.

—Iré a Rusia en los próximos días, a hacerme del poder.

—¿Y yo?

—En Italia con Emma y Nicklaus —responde. Me giro a lavar los contenedores en silencio. Italia no es un problema, sino que ¿cuándo acabará esto? ¿Cuándo podremos estar juntos sin preocupaciones?

—¿Por cuánto tiempo? —insisto.

—Un año, ¿a lo mejor? Luego de que nazca el bebé y tenga unos meses para viajar. —El corazón se me detiene escuchándolo. Eso es mucho tiempo.

—Siempre será así, ¿cierto? Si no es Kain o Vlad, ¿serán otros? ¿Cuándo estaremos juntos?

—Iré a visitarte, cara mia. Sabes que no podría estar sin ti.

Visitarme... —corto girándome y haciendo énfasis en la palabra. Me parece absurdo que mi propio esposo tenga que "visitarme". ¿En qué siglo vivimos? Muerdo mi lengua tragándome las palabras, ocasionar otra pelea no remedia nada, por el contrario. Así que vuelvo a terminar de limpiar cuando siento sus manos en mi cintura y su aliento en mi cuello.

—No te molestes —ronronea.

—Estoy cansada —digo apartándolo y saliendo de la cocina. El sexo no arreglará esto, y dudo que algo lo haga.

Los días siguientes son iguales, leer, hablar por teléfono, ayudar a Nonna en la cocina y esperar a Don al anochecer. No hablamos, estamos distantes uno del otro, solo dormimos abrazados las siguientes noches, sin decir lo que está mal. Empiezo a sentir un hambre desmesurada a cada tanto y a ordenar comida preparada de la calle. Al menos Dominic no me niega ese placer.

Estoy contemplando el atardecer en un bikini de dos piezas junto a la piscina cuando Nonna avisa la llamada de recepción. Los servicios inalámbricos como el cable y el teléfono del ático han presentado algunos problemas. Hablo con el señor Macherrato para dejar pasar a los trabajadores, al colgar tengo mi propio móvil privado con una llamada de Dominic, me extraña. Es demasiado temprano aún.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora