|EL CAPO| 10

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Él conduce concentrado mientras me lleva a casa, incluso me atrevo a decir que está maquinando algo en su cabeza

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Él conduce concentrado mientras me lleva a casa, incluso me atrevo a decir que está maquinando algo en su cabeza. En varias ocasiones ha abierto la boca para decir algo; pero creo que lo piensa mejor y calla. Yo por mi parte veo el paisaje de Manhattan en silencio. Un silencio que, aunque es nuevo para mí, no es extraño. Estamos cerca de mi departamento y quiero decir algo, pero también callo. Es raro.

Este hombre es desconocido, pero a la vez siento una especie de confianza con él. Dejé que me bañara y cubriera mi cuerpo, necesitaba tanto sentir que le importo a alguien que no tuve el mínimo pudor por ocultar mi desnudez, luego vino el rechazo cuando intenté estar más cerca de este hombre tan hermoso que se atrevió a cuidar de mí con tanta paciencia.

Nerviosa, muevo mis dedos sobre mi cartera. Dominic me la ha entregado hoy, le pidió a su hombre de confianza buscarla en el bar y me hizo prometerle que no iré nunca más a ese lugar. Está más que claro que nunca volveré allí, pero me pregunto cuántas chicas acabarán como yo... o peor.

Tuve quién me salvara gracias a ese mensaje medio borracha, pero otras quizás no tuvieron mi suerte. Debería hacer algo, pero cuando lo mencioné Dominic dijo que era su problema y que solo me mantuviera alejada.

Le echo una mirada de reojo y está imponente. Lentes cafés ocultan sus ojos, camisa de lino gris y un vaquero negro con una chaqueta de cuero. Luce como el típico chico malo, pero algo me dice que no lo es. ¿Que tiene secretos? Ya lo creo, ¿que sea malo? Lo dudo. Sabe cómo pelear. También tiene toda esa seguridad y vigilancia en esa casa, al igual que esos hombres que le acompañan, los mismos que vienen siguiéndonos. Aparca su Aston Martin en mi línea de apartamentos y me doy cuenta hasta ahora que no le he dado instrucciones de llegar aquí y además nunca le di mi dirección. Él se quita los lentes.

—¿Cómo...?

—Tu hermano —dice sin dejar de mirar al frente—. Prometiste no volver.

—Sí, lo recuerdo. —Ruedo mis ojos sin querer despedirme de él—. Gracias nuevamente. Voy a lavar tu ropa y si quieres puedes venir...

—No es necesario —corta con voz dura—. Puedes quedártela.

Gira su cuerpo en mi dirección y alarga su grande mano presionando la mía. Quiero invitarlo a mi casa, pero Dominic Cavalli no hace la cosa de citas. Mira la cicatriz que tengo en mi muñeca y repasa la misma. Espero que pregunte algo, pero no dice nada, se limita a llevar mi mano a sus labios y besar mis nudillos. Luego sus labios descienden a mi cicatriz. Es electrizante y nada tiene que ver con estática, sus labios son cálidos y una pequeña barba se asoma raspando mi piel. Algo que nunca he sentido se activa en mi vientre.

—¿No quieres una taza de café?

—Yo quiero mucho más que eso.

—Estás despidiéndote.

—Eso hago. —Sus dedos acarician mis nudillos—. Soy destructivo, Emilie. No soy un príncipe, soy más la clase de bestia cazando la dulce oveja o llevando a la ruina a la pantera —murmura impasible, esa máscara gélida en su mirada.

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