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D A R L A

Por más que quería apartar la mirada sus ojos me pedían que no lo hiciera y esa era mi intención hasta que escuché de nuevo la voz de mi padre, pero esta vez desde mucho más cerca.

— Cariño, ¿me estás escuchando? — giré la cabeza para mirarle y luego negué. — Te decía que después de la cena me gustaría presentarte a unos señores.

— ¿De qué se trata? — pregunté en un intento de parecer interesada.

— En seguida lo descubrirás, no seas impaciente.

Asentí de nuevo justo en el momento que los camareros empezaron a servirnos la cena. El primer plato era una ensalada templada y tenía buena pinta, pero mi estómago no parecía opinar lo mismo.

Mateo hacía rato que se había ido de la barra de bebidas y no sabía hacia que dirección, pensé en buscarle pero lo primero era escaquearme de cenar.

— Come — habló a mi lado Derek con un tono bajo.

— No tengo hambre — le respondí dejando el tenedor a un lado y echándole un vistazo al enorme salón.

— Darla...

— Derek no me voy a comer la ensalada porque simplemente no tengo apetito, ¿vale? No insistas más — dije siendo algo brusca.

Él se limitó a asentir aunque sabía que por dentro se estaba aguantando las ganas de rebartir mi decisión.

— Si me disculpan, voy al servicio — comuniqué a toda la mesa mientras me ponía de pie.

La mirada de mi madre era de total desaprobación pero estaba segura de que sería mucho peor si su hija se meara delante de ciento veinte personas.

Caminé entre las mesas hasta llegar al pasillo que daba con los baños y accedí al de mujeres. Después de hacer mis necesidades me limpié las manos y retoqué mi maquillaje.

Una vez lista salí y empecé a recorrer el lugar en busca del castaño. Miré en recepción, en las salas contiguas, de nuevo en el salón y nada, a no ser que estuviera fuera...

Decidí comprobarlo ya que nada podía perder, el problema era que en la salida principal aún esperaban los fotógrafos ansiosos de obtener alguna que otra foto más. Así que opté por una de las salidas de emergencia y por suerte pude hacerlo sin ningún contratiempo.

Fuera hacía viento pero no frío. Visualicé el aparcamiento en busca de su coche, si no estaba obviamente se había marchado. Una pequeña opresión se instaló en mi pecho, no quería pensar en esa posibilidad.

Me estaba dando por vencida cuando entre tanto carro vi su jeep negro, y por suerte también a él. Su cuerpo reposaba relajado en la parte delantera mientras consumía distraído lo que le quedaba de cigarro. No olvidemos que vestía un traje que le quedaba...

Buscando la palabra que definiera cuan irresistible estaba no percibí que ya me había visto prácticamente comiéndole con la mirada.

Bien Darla, bienhabló mi subconsciente mientras me daba palmaditas en la espalda.

Obligué a mis pies a caminar hacia su posición y en el corto camino no pude no ponerme nerviosa, después de todo habían pasado tres meses desde la última vez que nos vimos y sinceramente me esperaba el reencuentro de una manera bastante más diferente.

— Hola — saludé una vez estaba en frente.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó después de darle la última calada al cigarrillo y tirarlo al suelo.

— Nada, quería... — por un momento me perdí en sus ojos, los había echado tanto de menos. — Quería verte.

Asintió expulsando el humo, luego con sus manos en mi cintura me acercó hasta estar casi pegados.

— Aunque me entran ganas de golpear a todos los que te desnudan con la mirada por el vestido que llevas... — habló y bajó su cabeza para que estuviera a la misma altura que la mía. — Estás preciosa Darla.

— Gracias — susurré intentando mantenerle la mirada, cosa que me resultó imposible.

Me miraba con tanta intensidad que tuve que mirar hacia otro lado y mis ojos recayeron en sus labios. Me puse todavía más nerviosa y finalmente miré hacia el poste que estaba detrás de nosotros.

Dos años juntos y aún actúo como si fuese nuestra primera cita.

Aunque no le veía sabía que estaba sonriendo, lo notaba. El muy idiota sabía lo que provocaba en mi y disfrutaba verme en ese estado.

Me sobresalté cuando noté su mano en mi cuello y su pulgar acariciándome la mejilla, enseguida cerré los ojos y disfruté de su tacto, aunque no duró lo que me hubiese gustado ya que movió su mano hasta echar mi pelo hacia un lado y ver mejor mis pendientes.

Oh mierda, se me había olvidado.

En mi vida cotidiana no solía utilizar ese tipo de complementos porque de pequeña nunca me gustaron, y eso Mateo lo sabía mejor que nadie.

— Solo dime que no te las regaló él — pidió sin dejar de observarlas.

Estaba tenso, tenía la mandíbula marcada y si no fuera porque su mano estaba en mi cabello y la otra en mi cadera, aseguraría sin equivocarme que los tendría ya en dos puños cerrados.

— Fue un regalo y... No pude decir que no — expliqué.

Cerró los ojos y seguramente estaba contando hasta diez para no explotar. Elevé mis manos hasta su pecho y permanecí ahí hasta que abrió de nuevo los ojos algo más tranquilo.

Abrió la boca con intención de decirme algo pero los pasos de alguien que venía hacia nosotros se lo impidió. Sus manos apretaron más mis caderas y sin girarme ya sabía quién era aquella persona...

Derek.




nota mental: escribir más escenas en las que mateo esté fumando y de ser posible en traje.
ahre jajsjs
disfruten <3

si te vas; truenoWhere stories live. Discover now