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M A T E O

Tres meses antes.

Sentí que con ella se iba un cachito de mi. ❞

debí haber sacado
ese lado egoísta que
siempre trataba de opacar.

Las dos semanas siguientes fueron caóticas. Era obvio que no quería que Darla se fuese y aunque entendía y respetaba su decisión, no dejaba de dolerme.

El poco tiempo que nos quedaba la pasamos tirados en el cama junto a Spot, se puede decir que necesitábamos sentirnos más unidos que nunca.

Además de eso, organicé una especie de despedida en el que invité a todos nuestros amigos, en ella Darla nos brindó un discurso que se basó en lo feliz que le hacíamos todos los presentes, lo mucho que nos iba a extrañar... Y como era previsible acabó en llanto.

En ese momento, catorce días después de la fatídica noticia, me encontraba tirado en el sofá esperando escuchar la alarma que anunciaba el comienzo de esa pesadilla. Miré al techo mientras pasaba mi mano por el cuerpo de Spot que al igual que yo, estaba deprimido.

— ¿Comprendiste el plan? — susurré mirándole. El gato se sentó en mi abdomen y alzó las orejas. — Te lo repetiré: justo cuando mamá salga de la habitación te tienes que poner a llorar, ¿sí? Capaz le demos pena y se quede — el plan era un poco cutre pero era nuestra última oportunidad.

¿De verdad piensas que va a dejar de lado el sueño de su vida por el llanto de un gato?

Callé mis pensamientos y me fijé en la cabeza ladeada del felino, no había entendido nada.

Es un animal, no que te esperabas.

Suspiré cuando escuché movimientos en la habitación principal y decidí entretenerme con la televisión.

Treinta minutos después, las ruedas de la maleta sonaron contra el suelo y la puerta se abrió dejando ver a una Darla preparada para marchar.

— ¿No has dormido nada? — se sentó a mi lado.

— No creo que duerma mucho a partir de hoy.

— Mateo — suspiró cansada.

— Darla — nos quedamos mirando hasta que rompí el silencio. — Quédate aquí conmigo, yo me encargo de que encuentres trabajo.

— Por favor no me lo pongas más difícil.

— Está bien, si tus prioridades van antes que yo poco puedo hacer — me levanté, fui hacia su maleta y salí por la puerta.

Llegué al coche lo metí en el maletero y esperé en el asiento a que mi novia bajara. Cuando lo hizo unos cuantos minutos después, sus mejillas húmedas delataban que había estado llorando. Aún sabiéndolo opté por no comentar nada y conducí hasta el aeropuerto entre las carreteras desiertas.

El viaje lo pasamos en silencio, yo pendiente del coche y ella mirando por la ventana. No había música, ni conversaciones random, ni nuestras manos están entrelazadas en el mando de marchas.

Llegamos a nuestro destino y ella fue la primera en bajar, además se encargó de coger su valija y emprender el camino hasta el control. Fui detrás a una distancia adecuada y cuando se paró logré alcanzarla. Me puse a su espalda, se giró para mirarme y vi como algunas lágrimas se deslizaban por su rostro.

— Voy a entrar ya... Cuida de Spot, ¿si? — me echó un último vistazo.

Antes de que empezara a caminar la agarré del brazo haciendo que volteara sobre sus talones.

— Ni de broma te vas en este estado.

— ¿Y cómo quieres que esté? ¡Desde el momento en el que lo supiste no has hecho más que hacerme sentir culpable! Me he sentido mala novia, mala hija, mala amiga ¡y todo por tu culpa! — explotó sollozando. — Es como si te tuviera que pedir perdón por perseguir mis sueños y las cosas no son así Mateo. No te pido que lo entiendas pero al menos que lo respetes y si no te ves capaz, quizás no estamos hechos para estar jun... — interrumpí la frase pegando sus labios a los míos, creando un beso que siguió un compás perfecto.

Le pegué más a mi agarrando su cintura y deleité el salado de sus labios a causa de las lágrimas. Segundos más tarde me separé para unir nuestras frentes.

— Lo siento he sido un completo idiota, simplemente no quería que te fueras y no veía el daño que te podía provocar intentándolo... Perdóname — le sequé las gotas con el pulgar. — Olvídate de esto y sube a ese avión con toda la ilusión del mundo, haz que pueda fardar de tener de novia a la mejor periodista — Darla asintió entre mis manos y me abrazó por la cadera.

— Te amo nena — murmuré contra su pelo.

— Yo también.

Nos fundimos en unos cuantos besos más y le dejé marchar viendo como se perdía por la terminal.

Sentí que con ella se iba un cachito de mi.

si te vas; truenoWhere stories live. Discover now